La canasta vuelve a ser toda suya
En dos semanas españolas, tristísimas para el equipo de casa que optaba a vencer a los americanos, Coach K ha dejado bien claro que el aplastante dominio estadounidense del baloncesto mundial vuelve a ser en 2014 como en 1992.
En dos semanas españolas, tristísimas para el equipo de casa que optaba a vencer a los americanos, Coach K ha dejado bien claro que el aplastante dominio estadounidense del baloncesto mundial vuelve a ser en 2014 como en 1992.
Mike Krzyzewski (no enloquezcan pronunciándolo: shu-shev-ski, bastante fácil) era un buen chico polaco y católico de Chicago, la ciudad más polaca del mundo después de Varsovia, y a los 67 años lo sigue siendo: dos veces se santiguó antes de la final de la Copa del Mundo de baloncesto. Y después, a Dios rogando y con el mazó dando, envió a sus huestes a destrozar al humillado equipo de Serbia.
En dos semanas españolas, tristísimas para el equipo de casa que optaba a vencer a los americanos, Coach K ha dejado bien claro que el aplastante dominio estadounidense del baloncesto mundial vuelve a ser en 2014 como en 1992, cuando su ‘equipo de ensueño’ reinó en Barcelona, o como en 1936, cuando este deporte debutó en los Juegos Olímpicos. Una racha de derrotas hace un decenio hizo pensar en un cierto nivelamiento de este deporte a escala internacional. Fue un espejismo.
Krzyzewski sabe mucho de disciplina: jugó en la Academia de West Point bajo el irascible Bobby Knight, y luego entrenó durante un lustro a los futuros militares. En 1980 saltó a la prestigiosa Universidad de Duke y ya jamás se movió. Pero cuando las selecciones americanas sufrieron sendos batacazos en el Mundial 2002 –en su casa, además- y en los Juegos Olímpicos de 2004, la propia NBA se volvió hacia él.
En los ocho últimos años, bajo su mando, las sucesivas selecciones de su país han perdido un partido. Uno. En España, sin nombres de relumbrón –pero sí muchos jóvenes que acabarán siendo grandes figuras-, han ganado por una diferencia media de 33 puntos sus encuentros. Y es que Mike ya sabe perfectamente cómo afrontar las reglas internacionales: grandes atletas sacrificados bajo los aros y tres o cuatro tiradores brillantes de larga distancia. Nadie ha podido aguantar más que algunos minutos contra ellos. Los yanquis han vuelto, y para quedarse.