Al viajero no se le engaña
El Parlamento Europeo ratificaba el Acuerdo de Asociación con Ucrania. 535 votos a favor. Más de 3.000 víctimas quedan por el camino. 20.000 tropas cerca del país. 1.000 dentro. Ambición imperialista disfrazada de ayuda humanitaria.
El Parlamento Europeo ratificaba el Acuerdo de Asociación con Ucrania. 535 votos a favor. Más de 3.000 víctimas quedan por el camino. 20.000 tropas cerca del país. 1.000 dentro. Ambición imperialista disfrazada de ayuda humanitaria.
El Parlamento Europeo ratificaba el Acuerdo de Asociación con Ucrania. 535 votos a favor. Más de 3.000 víctimas quedan por el camino. 20.000 tropas cerca del país. 1.000 dentro. Ambición imperialista disfrazada de ayuda humanitaria. Pablo Iglesias en pie, la presión de Estados Unidos como continuo argumento, simbiosis con la revolución bolivariana. En esta guerra siempre latente ganan los más poderosos. Y no siempre son los que más hablan.
Mi visita a Rusia este verano me dejó una perspectiva clara. Sobre todo cuando un chaval me dio un papel con propaganda de Putin. En la parte de arriba algo en alfabeto cirílico que aún, ni creo que sepa nunca, no sé interpretar. En el centro el rostro de un pétreo presidente ruso con una suerte de gorro marinero al más puro estilo Full Monty. Al preguntarle al recepcionista del hotel qué me habían dado por la calle, si se habían quedado conmigo, me dijo que era publicidad de camisetas de Putin. Ya. Y le pregunté si estaban de moda, si él se la compraría. Su mirada tímida, una risa discreta se reflejaba en su rostro. “Aquí admiran a Putin”. En el fondo quería decirme: “no tenemos otra que admirarle”. Y pensé: qué regocijo saber que vas a ser el líder de la manada. Que se hable de ti allá donde vas. Que haya que rellenar una “carta de invitación” para que te dejen pasar. Más visado. Más dinero, mucho dinero.
Y eso es precisamente lo que la política más comunista pretende y consigue. Obligar a sus ciudadanos a pagar por ver su país. A enseñarte las bondades de la KGB, de lo profundo del color rojo, de la valentía y rigor de Stalin y Lenin. Y cobrarte por ello. Viajar a los lugares que ese mismo país ocupó no hace tantos años deja ver que los hombres más listos son los que consiguen embaucar a los borregos en su viaje hacia la promesa del mundo perdido. Salvo al que ha viajado donde los pueblos no engañan porque no tienen por qué hacerlo. Con él no se quedan.