Doce horas
Son como un sueño estos días en los que el sol alcanza menos altura sobre el horizonte y viene tan humilde y tan bajo que se diría que te toca la espalda para que te vuelvas a mirarlo, y cierres los ojos; o para acompañarte como un amigo que te pasa mientras caminas el brazo por los hombros.
Son como un sueño estos días en los que el sol alcanza menos altura sobre el horizonte y viene tan humilde y tan bajo que se diría que te toca la espalda para que te vuelvas a mirarlo, y cierres los ojos; o para acompañarte como un amigo que te pasa mientras caminas el brazo por los hombros.
Si hay algo que me sorprende del mundo, tan variable, tan inclinado, es que haya dos equinoccios al año en los que los días duran igual que las noches, en toda la Tierra: doce horas.
Puedes ir del ecuador a los polos y encontrarte con la misma situación de equidad entre la luz y la oscuridad, entre la realidad y el sueño. Porque son como un sueño estos días en los que el sol alcanza menos altura sobre el horizonte y viene tan humilde y tan bajo que se diría que te toca la espalda para que te vuelvas a mirarlo, y cierres los ojos; o para acompañarte como un amigo que te pasa mientras caminas el brazo por los hombros.
En Alemania le llaman el “Verano Indio” y aquí hemos dado en llamarle el veranillo de San Miguel, cuando los higos son miel porque tienen una gota de ámbar que huelen los papafigos y los mirlos, forrajeando los higos más altos, y al sol, los mejores y los más maduros para dejarlos vacíos como una broma que ya se ha reído, colgando de su pedúnculo.
Hablamos de veranillo pero ¿y la luz?, esa luz rojiza tras la cola del caballo, ese aire como de primavera cansada, de promesa puesta del revés, desdiciéndose, regresando de lo que proclamaba hace tan sólo seis meses, que todo empezaba… y ahora…que todo acaba pero, antes, pasamos por el equinoccio, esa frontera donde no hay más muro que la luz de la Tierra cuando los días y las noches se igualan en todo el mundo, dos veces al año.
Los del hemisferio sur yendo ahora hacia la primavera; en el ecuador con la luz detenida como un colibrí, y el Sol en el cenit.
A nosotros nos toca el otoño.