THE OBJECTIVE
Fernando Garcia Iglesias

Chispazos de libertad

Al gobierno comunista de Pekín no le gustan los disidentes, pero la realidad es que a la sociedad china tampoco le gusta desobedecer, y prefieren la estabilidad de un autoritarismo blando y flexible a la incertidumbre del cambio.

Opinión
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Chispazos de libertad

Al gobierno comunista de Pekín no le gustan los disidentes, pero la realidad es que a la sociedad china tampoco le gusta desobedecer, y prefieren la estabilidad de un autoritarismo blando y flexible a la incertidumbre del cambio.

Me cuentan que, con el alba, se empiezan a escuchar los primeros pasos en la residencia universitaria. Los estudiantes se desperezan y se visten con trajes militares de camuflaje. Todavía con el cuerpo medio entumecido por la duermevela, se van agrupando en las plazas, en los patios y en los campos de deporte para formar filas y columnas de batallones sin armas. Son los batallones de médicos, músicos, abogados, artistas, políticos o ingenieros que tras pocos años formarán la élite de la sociedad china. Durante varias horas por la mañana y la tarde, tendrán que desfilar, practicar defensa personal en grupos de cientos, o, simplemente, pararse y esperar, formar impertérritos bajo el sol asiático. Me cuentan, también, que la expresión en sus caras es de poco entusiasmo y mucha resignación, pero no de enfado o rebeldía. Hay un cierto grado de obediencia, sembrado en las familias y cultivado con esmero por los colegios y las autoridades chinas. Al gobierno comunista de Pekín no le gustan los disidentes, pero la realidad es que a la sociedad china tampoco le gusta desobedecer, y prefieren la estabilidad de un autoritarismo blando y flexible a la incertidumbre del cambio.

En Hong Kong, colonia inglesa durante tantos años, sí son más rebeldes y menos complacientes. Estos días miles de estudiantes universitarios han ocupado las calles y las plazas en contra de los intentos por parte del gobierno central de cercenar el sufragio universal vigente en la Constitución de la ex colonia y de implantar unos líderes afines al Partido, unas protestas intolerables para el gobierno de Pekín que ve vital la uniformidad en todo su territorio. Son los destellos valientes, heroicos, de la libertad que busca abrirse paso, pero que a día de hoy no son más que eso, chispazos aislados. No parece que una sociedad china de bolsillos llenos, acomodada en la estabilidad y el crecimiento, vaya a protagonizar una insurgencia a favor de la democracia. Más bien será un transición suave pero constante, a cuentagotas, un cambio que vendrá desde arriba, del gobierno de esa entelequia extraña y única, el comunismo consumista chino.

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