Sin temor a la edad
Nos pasamos la vida midiendo y juzgando a la gente en función de la edad. ¿A esa edad y aún estudiando?, Si no se queda embarazada ya, se le pasará la edad o No tienes edad para hablar así.
Nos pasamos la vida midiendo y juzgando a la gente en función de la edad. ¿A esa edad y aún estudiando?, Si no se queda embarazada ya, se le pasará la edad o No tienes edad para hablar así.
Nos pasamos la vida midiendo y juzgando a la gente en función de la edad. “¿A esa edad y aún estudiando?”, “Si no se queda embarazada ya, se le pasará la edad” o “No tienes edad para hablar así”. Pero a Tom Lackey, el acróbata que voló atado a un avión sobre Gibraltar con 94 años, eso le da igual. Para él la edad no pesa, solo es una muesca más de vida en su pared vital.
La edad es el reloj impuesto por la vida para hacernos recordar que tiene un final. La moda actual es frenar el paso del tiempo, las señales físicas de nuestra edad. ¿Hay algo mejor que cumplir años? Los aniversarios no son motivo de tristeza, sino de celebración de la vida. Si cumples, es que estás vivo.
Hasta hace 6 meses tuve bisabuela. A mis 30 he podido disfrutar durante años de una persona maravillosa que se fue con casi 94. Los números siempre han estado en nuestra vida: cálculos por saber a qué edad me tuvo mi madre, a qué edad se casó mi abuela o cuantos se llevaba mi bisa con su tataranieto. La gente siempre se ha empeñado en calcularnos la vida, la verdad.
Como decía mi bisa, “Yo nunca seré una viejuca”. Tantos años a su lado me enseñaron que la vida no se mide en cifras ni en edades. Se mide en intensidad y en las propias ganas de vivir. Por eso al pensar en ella no me entristezco, al contrario. Sonrío porque sé que vivió con ganas cada minuto, sin fijarse en cuál era su edad. Echo de menos su vitalidad y su mirada llena de luz. La vida sigue hasta que se detiene. No la detengamos antes, dejando de hacer cosas simplemente “porque ya no tenemos edad”.