Borrarse del mapa

Vivimos en un mundo improcedente, gobernados por indeseables a quienes hemos votado. Asolados por noticias basura, revolcados en una realidad de vertedero.

Vivimos en un mundo improcedente, gobernados por indeseables a quienes hemos votado. Asolados por noticias basura, revolcados en una realidad de vertedero.

Convivimos con injusticias y plagas apocalípticas, realizamos campañas humanitarias que no sirven más que para aplacar nuestras conciencias escandalizadas con el telediario de antes de El Hormiguero.

Vivimos a través de las pantallas, renegando de ellas, enganchados a las redes y encharcados en guerras sucias, corrupciones de millonarios y negocios de baja estofa que se urden sin nosotros saberlo, como niños que no saben que los reyes son los padres.

Vivimos para afuera sin salir de dentro.

Nos dejamos llevar por las mareas humanas, somos ovejas que balan tras una pancarta.
Nos mueve una inocencia que perdimos hace tiempo y tras la que queremos mantener la indignación.

Hace unos días recibí la visita de una encuestadora del Gobierno de mi comunidad, un estudio sociológico, inocentemente perpetrado para conocer mi intención de voto.

Para no perder tiempo, la encuestadora, me dió a modo de explicación una hojita para leer con lupa. Decidí contestar, por solidaridad de mujer trabajadora, por saber también que es lo que mi gobierno quiere saber de mí.

Mi gobierno quiere saber si voto, si voté, si votaré y a quien voté y votaré. Preguntando esto y lo otro quiso saber mi opinión sobre la independencia de Escocia y la pregunta me escoció un poco.
Al final llegamos a si pensaba yo que mi patria chica debía ser independiente.
Cuando se fue, miré en la puerta por si la habían marcado como en su día hicieron con los agotes.

Leo en el pie de foto que hay 13.500 españoles queriéndose borrar de la red social. No me extraña, yo en realidad de donde quiero borrarme es de este mundo.

Dijo Quevedo: “Quien ve su perdición cerca, aborrece”.