THE OBJECTIVE
Marta Garcia Bruno

Supervivencia denigrante

Si la adherencia al cargo de ciertos políticos en España se ha convertido en una lacra de tarjetas negras y uso indiscriminado de dinero público, en otros países esa ambición por el poder y el dinero se paga con palabras mayores.

Opinión
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Si la adherencia al cargo de ciertos políticos en España se ha convertido en una lacra de tarjetas negras y uso indiscriminado de dinero público, en otros países esa ambición por el poder y el dinero se paga con palabras mayores.

Si la adherencia al cargo de ciertos políticos en España se ha convertido en una lacra de tarjetas negras y uso indiscriminado de dinero público, en otros países esa ambición por el poder y el dinero se paga con palabras mayores. Porque su miedo a perderlo se traduce en represión inmediata. Miedo, sangre derramada. Muchas vidas que se quedan por el camino. Y unas ganas de huir que no necesitan palabras.

Fosas repletas de cadáveres. Es momento de tomarse muy en serio los acontecimientos cuando arden las sedes gubernamentales en un acto de repulsa hacia el abuso del poder en probable connivencia con el narcotráfico. 43 estudiantes de magisterio asesinados. Huellas de macabras torturas que es mejor no recordar. Tenían entre 18 y 23 años. Como Julio César Mondragón, que cursaba su primer año de carrera y que con 22 años ya estaba casado y era padre de una niña de meses. Había marchado a Guerrero porque allí podría estudiar en un centro donde no se pedían altos niveles de renta. El pasado 27 de septiembre su esposa tuvo que reconocer su cuerpo con la cara desollada. Y lo más triste es que se enteró de su muerte a través de Facebook. “Tan solo quería superarse”, dice su mujer en una entrevista a Univisión. Y es solo la historia de uno de los 43 jóvenes desaparecidos. Una historia que ha conmocionado a la sociedad mexicana.

No es fácil dejar el país de origen, pero cuando el olor a sangre y a droga lo invade todo, cuando la falta de recursos empieza a ser una cuestión de supervivencia denigrante, es algo más que cara o cruz. Y tantos niños viajan solos a Estados Unidos. Son 9.000 los menores que han entrado solos a Estados Unidos de manera ilegal y han terminado deportados. Es la mayor de las patadas hacia un punto de no retorno. La cifra asciende a 188.289 si se incluye a los adultos. Es una emergencia humanitaria más. Y estamos ciegos, hasta que la presencia de un europeo o estadounidense nos vea involucrados. Entonces la historia habrá cambiado. Pero de momento las almas vagas seguirán paseando entre fosas de cadáveres con un futuro tachado en negro.

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