Cuando el Estado retrocede
Hay veces en que una foto vale más que 300 palabras. Este es el caso de la magnífica instantánea de Valentyn Ogirenko. Un corajudo manifestante ucraniano voltea una amenazante cadena de hierro contra un racimo de amedrentados policías.
Hay veces en que una foto vale más que 300 palabras. Este es el caso de la magnífica instantánea de Valentyn Ogirenko. Un corajudo manifestante ucraniano voltea una amenazante cadena de hierro contra un racimo de amedrentados policías.
Hay veces en que una foto vale más que 300 palabras. Este es el caso de la magnífica instantánea de Valentyn Ogirenko. Un corajudo manifestante ucraniano voltea una amenazante cadena de hierro contra un racimo de amedrentados policías. Ni siquiera se sienten protegidos por su exoesqueleto antidisturbios. Nos encontramos ante un símbolo de la disolución del Estado ante la fuerza incontrolable de la masa organizada.Una imagen parecida se podría replicar en China, Venezuela, México, Siria, Iraq y muchos otros países, cada uno con su historia a cuestas. Se aducirá que representan viejas naciones. Sin embargo, sus respectivos Estados se cuartean porque ya no pueden ejercer el monopolio de la violencia en la que consiste su justificación.
La situación de Ucrania resulta ejemplarizante. Se trata de un Estado-frontera, una cuña entre las apetencias imperialistas de Alemania y de Rusia a uno y otro lado. La “frontera” es aquí en el sentido castellano tradicional de tierra de nadie y de todos. Parece cosa del pasado, pero ya vemos que sirve para calificar un fenómeno de nuestro tiempo con amplias repercusiones.El Estado se cuartea o no acaba de cuajar allí donde se apoya sobre un propósito nacionalista, esto es, de manera reactiva contra algo. Puede que tal reacción haya constituido la forma en que han emergido muchos Estados, pero llega tarde. En la Historia cuenta mucho el sentido de la oportunidad, el “kairós” o viento favorable para los navegantes.Una lección para el otro costado del mapa europeo donde nos alojamos los iberos, los que nos hemos estado zurrando la badana durante mil años. Se acabó el tiempo de formar nuevos Estados, sobre todo si se pretende enrunar el más antiguo del mundo, que es España.