El ébola en casa
Mientras escribo esta columna se acaba de confirmar la noticia que llevábamos esperando toda la semana. Teresa Romero ha dado negativo por ébola en el primer test al que ha sido sometida en el Carlos III.
Mientras escribo esta columna se acaba de confirmar la noticia que llevábamos esperando toda la semana. Teresa Romero ha dado negativo por ébola en el primer test al que ha sido sometida en el Carlos III.
Mientras escribo esta columna se acaba de confirmar la noticia que llevábamos esperando toda la semana. Teresa Romero ha dado negativo por ébola en el primer test al que ha sido sometida en el Carlos III. Y es que no debemos olvidar que esa es la única noticia que importa.
Atrás quedan muchos días de polémicas estériles, refriegas políticas y cruces de acusaciones que en ocasiones nos han hecho perder el foco sobre lo urgente creyendo que apuntábamos hacia lo importante. Y no. La disputa política, al menos en este caso, nunca debió ser lo importante al menos hasta que realmente haya pasado el peligro, y eso no ocurrirá hasta el 27 de Octubre.
Tiempo habrá entonces para depurar las responsabilidades políticas, que las hay, y muy graves pero al menos alegrémonos por un instante y dejemos de afilar los sables. Porque mientras aquí empezamos a despertarnos de la pesadilla, al otro lado del estrecho, el mal sueño continúa. Y para muestra la instantánea que nos acerca The Objective.
Son cuatro posibles contagiados con el mismo virus que casi arrebata la vida a la auxiliar de enfermería Teresa Romero. En África, los sospechosos de padecer la enfermedad pasan ese primer trance en sus casas. El Gobierno les entrega un kit de “supervivencia“ para que sean sus familiares los que se encarguen de cuidarlos. En ese botiquín se incluye suero, guantes y analgésico. Es lo único que puede ofrecer un sistema sanitario saturado por la devastación que está dejando la enfermedad.
Sería estúpido establecer comparaciones con nuestro sistema de salud pero tal vez, la solución esté en el viejo dicho de “enseñar a pescar y no regalar pescado“. Es la reflexión a la que han debido llegar en los últimos días los países de occidente. Capitaneados por EEUU algunos empiezan a darse cuenta de que la solución es contener el brote en el lugar de origen y evitar que nuevos casos puedan seguir traspasando fronteras.
De nada servirá convertir los aeropuertos en auténticas aduanas sanitarias si en el epicentro del problema nadie mueve un dedo para erradicar el brote. Los primeros pasos ya se están dando aunque, como casi siempre, una misma decisión tomada unos meses antes habría evitado muchas muertes.