Un helado en todos los postres
La vieja hipocresía consistía básicamente en fingir que nos movían los más altos ideales cuando en realidad actuábamos por viles intereses materiales.
La vieja hipocresía consistía básicamente en fingir que nos movían los más altos ideales cuando en realidad actuábamos por viles intereses materiales.
La vieja hipocresía consistía básicamente en fingir que nos movían los más altos ideales cuando en realidad actuábamos por viles intereses materiales. Pero con la nueva, más desconcertante, vemos a muchos pretender que lo suyo es un simple cálculo crematístico, habas contadas, cuando en realidad el más etéreo y espiritual de los sueños les quema en el pecho.
Seguimos olvidando, para nuestro mal, que el hombre no es una vaca que se satisfaga plenamente con abundancia de pasto y agua y heno blando sobre el que recostarse. Y aunque nuestro pasto -la pasta- es un buen porcentaje de lo que nos motiva, rara vez somos tan fríamente pragmáticos como presumimos. Ahí está Podemos, que su número dos, Juan Carlos Monedero, ha definido estos días como “una fábrica de amor”, sin caer, imagino, en la ironía de que el caso más célebre de mezcla de amor y política -el Ministerio del Amor de ‘1984’- hacía referencia a un brutal órgano de represión.
Y ahí están los independentistas de la Asamblea Nacional Catalana y su reveladora campaña «Ara és l’hora», en la que supuestamente cada cual puede expresar cómo debería ser el país independiente que quieren construir, con frases que suenan a eslóganes de Ikea, la ‘República Independiente de Tu Casa’.
No voy a caer en la tontería de criticar algunas -”queremos un país donde siempre haya helado de postre”- escritas con evidente ánimo lúdico. Pero la campaña en sí me ha recordado lo que hace tan atractiva la independencia para tanto catalán lleno de seny hasta las cejas: lo real no tiene nada que hacer frente a lo imaginado. La Cataluña española, España misma, tiene todas las frustrantes fallas de lo que existe, mientras que la soñada Cataluña independiente cada uno puede pintarla tan bonita como desee. Es el truco favorito de la izquierda, que jamás pone como modelo los regímenes de su cuerda que han existido y existen: esos, rara vez son ‘verdadera izquierda’. No, lo que hacen es juzgar las ideas contrarias por lo que no funciona en su aplicación real y exigir que los demás juzguen las suyas por sus excelentes intenciones, con ese amor que Podemos fabrica al por mayor.