Extremos

Alemania vive ahora en continúa tensión por la fuerte presencia de islamistas en el país. Esta tensión se puede traducir por miedo desde el avance de las milicias del Estado Islámico en Siria e Irak. Por una parte los kurdos protestan día tras día contra la masacre de Kobane.

‘Hooligans contra salafistas’ así se llama el grupo que le quita el sueño al Ministerio del Interior alemán. Hinchas del fútbol radicales con contactos de la ultraderecha política que se movilizan contra el islamismo extremo en Alemania. Sus herramientas para captar simpatizantes y reunirse son las redes sociales. Amenazan desde internet con acabar ellos mismos con la presunta islamización que está viviendo el país si las autoridades germanas no hacen nada al respecto. 

Y van en serio, convocaron una manifestación pacífica en Colonia el pasado fin de semana en la que se calculaba la asistencia de unas 1500 personas. Finalmente fueron 4000 los manifestantes allí presentes. Todos cargados con símbolos racistas y ultraderechistas dispuestos a usar la violencia si fuese necesario. Y lo fue, 13 policías, un manifestante herido y otros 6 detenidos tras una batalla campal en la que los agentes tuvieron que utilizar cañones de agua y gases lacrimógenos para defenderse de las piedras y otros proyectiles que los violentos lanzaban contra ellos.

En contraposición, en la misma ciudad, otra manifestación. Ésta pacífica en la que 500 personas protestaban contra el racismo y el fundamentalismo religioso. 

Alemania vive ahora en continúa tensión por la fuerte presencia de islamistas en el país. Esta tensión se puede traducir por miedo desde el avance de las milicias del Estado Islámico en Siria e Irak. Por una parte los kurdos protestan día tras día contra la masacre de Kobane. Por otro lado, un grupo de salafistas denominado ‘policía sharia’ patrulla las calles alemanas amonestando a los musulmanes que no se comportan de acuerdo a su ley. Y para terminar, las muestras de violencia contra signos religiosos están decorando poco a poco el país.

En un estado caracterizado por la tolerancia a las distintas religiones y culturas, los radicales suponen una bomba atómica para el gobierno alemán que ahora mismo no encuentra el modo de frenar esta guerra social interna que está viviendo.