Los ricos se aburren

Los ricos se aburren. No puede haber otra explicación al despilfarro absurdo de dinero que llevan a cabo muchos millonarios. El último en sumarse al carro ha sido el vicepresidente de Google, Alan Eustace.

Los ricos se aburren. No puede haber otra explicación al despilfarro absurdo de dinero que llevan a cabo muchos millonarios. El último en sumarse al carro ha sido el vicepresidente de Google, Alan Eustace, quien hace unos días batió el record de salto de caída libre. Hace dos años fue Félix Baumgartner quien logró hacerse con la marca, siendo así el primer humano en romper la velocidad del sonido en caída libre.

Muchas veces nos preguntamos cómo algunos artistas pueden cometer excesos que en ocasiones incluso acaban con su vida. Una de las explicaciones populares es que, de tanto dinero que tienen, no saben qué hacer y deciden experimentar con todo. Que se aburren, vamos. Con lo que acaba de hacer Eustace, me doy cuenta de que esa afirmación tiene mucho de verdad.

Que sí, que con su dinero cada uno hace lo que quiere. Pero teniendo en cuenta las necesidades planetarias que urgen una inversión que no llega por parte de los organismos, ¿no sería bueno que la mano privada ayudara? Sé que suena demagogo pero es la realidad: con lo que le ha costado el saltito al señor de Google habrían comido millones de personas. A mí me daría vergüenza.

Nadie está obligado a invertir en ayudar al resto del mundo, claro está. Pero no me explico dónde se mete la conciencia cuando los bolsillos se llenan. ¿No sería más gratificante ocupar titulares por haber ayudado a salvar vidas que por saltar desde la estratosfera? Tal vez sea el mal de los ricos: a más dinero, menor conciencia social. ¡Quién sabe! Tendré que esperar a hacerme millonaria para poder entender esa falta de solidaridad.