THE OBJECTIVE
Daniel Ramirez Garcia-Mina

Agassi, una historia de vida

Andre Agassi vigila con su mirada la portada de sus memorias. Destila misterio. Sus ojos se clavan en quien coge el libro y le envían un interrogante en forma de flecha, directo a las entrañas.

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Agassi, una historia de vida

Andre Agassi vigila con su mirada la portada de sus memorias. Destila misterio. Sus ojos se clavan en quien coge el libro y le envían un interrogante en forma de flecha, directo a las entrañas.

Andre Agassi vigila con su mirada la portada de sus memorias. Destila misterio. Sus ojos se clavan en quien coge el libro y le envían un interrogante en forma de flecha, directo a las entrañas. Una vez se han pasado todas las páginas, si se coge de nuevo el libro, esa mirada se torna cristalina, profunda; y acude a barrer los últimos restos del interrogante que había lanzado hace unos días.

Agassi. Solo eso, o todo eso. Una vida llena de contradicciones, dedicada al deporte que odia, siendo el mejor en lo que más detestaba, ganando su primer Grand Slam en una hierba que siempre había aborrecido. Andre Agassi, hijo de un fanático del tenis y de una madre sometida a la locura del padre, vio cómo su vida se escapaba entre revés y revés, sin poder evitarlo. Conseguía enviar más bolas a la línea, lograba mejorar su derecha, sacaba cada vez mejor, pero eso se traducía en puntos ATP, dinero y poca felicidad. Un día Steffi Graf apareció en su vida, o mejor dicho, comenzó a hacerle caso. El amor, por muy tópico que esto parezca, le resucitó y le dio la plenitud que nunca había saboreado.

Estas y otras mil historias, de partidos de vida y de tenis, han sido narradas por J.R. Moehringer. ¿Cómo? ¿Quién es Moehringer? ¡Su nombre no aparece en la portada! Este periodista, premio Pulitzer, ha sido el culpable de que una gran historia no haya podido perderse en el largo trayecto del contar, de que llegue entre las páginas a ritmo de latidos, de que los escenarios absorban al lector, al igual que engulleron a Agassi en su día.

Después de miles de horas de trabajo, de eternas entrevistas, de infinitas grabaciones, y de una masiva recogida de testimonios, Moehringer publicó estas memorias. Después de miles de horas de trabajo, Moehringer no quiso aparecer en portada. Prefirió dibujar el escenario y dejar que su protagonista fuera dueño de su propia historia.

En un mundo de egos, donde muchos prefieren la firma que el dinero, Moehringer se quedó en la trastienda de forma voluntaria. Se sentó a esperar, a ver, y contar si le preguntaban; así lo hizo también mientras escribía.

Hemingway decía que para ser un buen escritor uno debe “mezclarse estrechamente con la vida”. Moehringer lo hizo, con la de Agassi, y con la del hombre, porque consiguió hacer de una historia particular una historia de vida, y por eso funciona, porque toca los corazones incluso de quienes no saben qué es un ace.

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