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La vuelta a los protectorados

No sé nada de Burkina Faso. Cuando estudié el Bachillerato no existía tal país. Supongo que entonces era una colonia francesa llamada Alto Volta. O a lo mejor se trata de un falso recuerdo mío. Da igual.

Opinión
  • Sociólogo español, colaborador habitual de medios de comunicación. Es catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense. Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Columbia y ha sido profesor visitante en las de Yale y Florida y en El Colegio de México.

No sé nada de Burkina Faso. Cuando estudié el Bachillerato no existía tal país. Supongo que entonces era una colonia francesa llamada Alto Volta. O a lo mejor se trata de un falso recuerdo mío. Da igual.

No sé nada de Burkina Faso. Cuando estudié el Bachillerato no existía tal país. Supongo que entonces era una colonia francesa llamada Alto Volta. O a lo mejor se trata de un falso recuerdo mío. Da igual. Hay docenas de nuevos países como Burkina Faso. Sus historias se repiten.

Exportan materias primas en manos de compañías extranjeras, que medran previo pago de sobornos a las autoridades locales. Sobre la base de esos arreglos se mantienen en el poder dictadores incompetentes y, llegado el caso, sanguinarios.

De tarde en tarde, las masas hambrientas se rebelan violentamente, asaltan el palacio presidencial y propician un régimen militar. Más de lo mismo. Simplemente mandan otras personas, pero continúa la dictadura. ¿Qué hacer?

Difícil tarea, la de ayudar a esos pueblos con tamañas desgracias. Haría falta una verdadera alianza mundial de países democráticos, pero no existe nada parecido. En su lugar se alza la llamada Organización de las Naciones Unidas (= ONU), que no es ninguna de las tres cosas. Baste decir que la mayor parte de sus miembros se hallan lejos de un sistema democrático. Aunque pueda parecer inverosímil, en la ONU tiene poder de veto un país como China, que no ha conocido nunca una verdadera democracia con libertad.

Se podría pensar en una solución extrema. Los países inviables, prematuramente emancipados, sometidos a los dictadores locales, podrían volver a un estatus de protectorados de Estados democráticos. Por lo menos se aseguraría así una cierta pacificación y se contendrían los excesos de la explotación por parte de las compañías extranjeras. Puede parecer un retroceso hacia fórmulas paternalistas, pero lo que ahora existe es mucho peor. En estas cuestiones del orden internacional el mal menor no es el pésimo.