Libro, café y lluvia

El domingo es un día para viajar desde tu sillón, para sonreír al amor de la lumbre, para saborear con gusto el placer de leer en soledad. Todos necesitamos esa tregua. Todos.

Saco la cabeza por la ventana. Huele a tierra a punto de mojarse. Es un olor que capta la esencia del mundo. Observo el firmamento gélido, cristalino, cenizo. Sonrío para mis adentros. Mi ventana es la línea fronteriza que separa lo glacial de mi confortable hogar, los paraguas y bufandas de mi pijama de domingo. ¡Qué bien se está un domingo por la mañana en la casa de uno!

Cierro la ventana y me preparo un café mientras repaso la prensa del día. Hay que saber lo que pasa más allá de tus cuatro paredes, pero sin duda, la actualidad es cada día más desoladora. De esta forma, decido cambiar mi rutina de domingo de café y periódico por domingos de café, lluvia y libro. El libro está mucho más abierto a la imaginación que la noticia, y el domingo no es un día para lamentarse, aunque llueva y el mundo estalle en guerra. El domingo es un día para viajar desde tu sillón, para sonreír al amor de la lumbre, para saborear con gusto el placer de leer en soledad. Todos necesitamos esa tregua. Todos.

Rebusco en mi biblioteca y aspiro su aroma. Me encantan esas casas que huelen a periódico, a libro y a café. También a foto antigua y a conversación suspendida en el aire. Esas casas que se entretejen de intelecto, de desorden de recortes dentro de su armonía. A todo eso huele esta deliciosa mañana de domingo. ¿Por qué será el día menos querido de la semana? Disfruten ahora que pueden, sonrían ahora que viven. No dejen pasar los años sin haber olido, tocado, sentido, escuchado, saboreado o visto una mañana de domingo de libro, café y lluvia. Se lo aconsejo. Para ustedes no significará nada; para mí lo significa todo.