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Tradición criminal

La pudibundez de la era victoriana sigue todavía con nosotros. Llamamos “mutilación genital” (así está en las leyes españolas) a la extirpación del clítoris.

Opinión
  • Sociólogo español, colaborador habitual de medios de comunicación. Es catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense. Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Columbia y ha sido profesor visitante en las de Yale y Florida y en El Colegio de México.

La pudibundez de la era victoriana sigue todavía con nosotros. Llamamos “mutilación genital” (así está en las leyes españolas) a la extirpación del clítoris.

La pudibundez de la era victoriana sigue todavía con nosotros. Llamamos “mutilación genital” (así está en las leyes españolas) a la extirpación del clítoris. Se trata de un órgano exclusivamente femenino que no tiene ninguna función genital, esto es, relacionada con la procreación, la génesis. Es un maravilloso artificio de la evolución, cuya única función es la de producir placer en la cópula. De esa forma facilita el apareamiento, dado que el género humano carece de período de celo, como se da en otros mamíferos. La razón de tal ausencia es que, debido a la complejidad del cerebro humano, la gestación es un proceso largo y difícil.
En su día traté de que la ley española aceptara la expresión “extirpación del clítoris” en lugar de la hipócrita “mutilación genital”. Recibí todo tipo de groseros insultos, incluso en el aula universitaria donde profesaba.

El artero resultado de la extirpación del clítoris es que produce frigidez en la víctima. De esa forma tan bestial se pretende evitar que la mujer casada tenga la tentación de ser infiel al marido. Nos encontramos en el ápice del machismo, de la prepotencia y la inseguridad masculinas.

Lo más terrible es que la ablación del clítoris se haya convertido en ritual obligado para ciertos pueblos musulmanes negros. Pero se trata objetivamente de una humillación máxima de las mujeres, radicalmente incompatible con los proclamados derechos humanos.

En las naciones europeas albergamos ya un notable contingente de musulmanes negros. ¿Siguen con la bárbara costumbre? No veo que las asociaciones feministas alcen mucho la voz sobre tan infamante práctica. No me vayan a decir ahora que hay que respetar las tradiciones de todos los pueblos. De acuerdo, pero las hay nefastas. Por tanto, deben ser abolidas y castigadas cuando sean criminales.