La grasa y la libertad
Hay gobiernos que intentaron prohibir las hamburguesas grandes y que obligan a las cajetillas de tabaco a amenazar de muerte a quien las compra, pero nadie habla de libertad, de sentido común o de decencia moral.
Hay gobiernos que intentaron prohibir las hamburguesas grandes y que obligan a las cajetillas de tabaco a amenazar de muerte a quien las compra, pero nadie habla de libertad, de sentido común o de decencia moral.
Casi mil millones de personas no tienen suficiente para comer y la noticia es que demasiados revientan por la grasa acumulada. Es el mundo que estamos construyendo. Durante la crisis aumenta el número de ricos a la misma tasa que crece el número de pobres. Es un mundo de esclavos que sólo aspiran a cubrir sus necesidades vitales con tanto exceso que llega a peligrar la salud, y nadie se atreve a buscar causas y exigir responsabilidades.
Para reducir el problema de la gordura, una consultora de esas que venden humo caro porque se aprovechan de las pocas ganas de pensar, propone reducir la raciones de las comidas. Hay gobiernos que intentaron prohibir las hamburguesas grandes y que obligan a las cajetillas de tabaco a amenazar de muerte a quien las compra, pero nadie habla de libertad, de sentido común o de decencia moral.
La grasa acumulada por voluntad propia es otro fruto más del deshecho moral, de la vida fácil y cómoda, de la continua disminución de la calidad para asegurar el máximo beneficio, y también de los individuos que confían en que la regulación estatal puede salvarles de sí mismos. Porque la acumulación de colesterol que acaba reventando corazones, es otra vez un problema de renuncia a la libertad, que siempre tendrá como causa el previo abandono de la verdad…