Querido Pablo Ruz:
El juez Ruz ha hecho lo que todos estábamos esperando: cumplir minuciosamente con su trabajo y en unas circunstancias no siempre favorables.
El juez Ruz ha hecho lo que todos estábamos esperando: cumplir minuciosamente con su trabajo y en unas circunstancias no siempre favorables.
Queda muy poca gente a la que admirar, pocas personas a los que querer parecerse. Lo único «ejemplarizante» parecen ser las sentencias, al menos, en la esfera pública nacional. En tiempos de oscuridad, necesitamos que alguien nos recuerde que hay hombres dispuestos a cumplir honradamente con su trabajo. Esta semana, ese papel le ha tocado al juez Pablo Ruz.
En unos meses en los que la Justicia está permanentemente en cuestión, este juez ha enfrentado el poder judicial con el ejecutivo poniendo en evidencia a la exministra Ana Mato, a la que Rajoy no ha tardado en salir a defender. Lo mismo hizo con Bárcenas.
El juez Ruz ha hecho lo que todos estábamos esperando: cumplir minuciosamente con su trabajo y en unas circunstancias no siempre favorables. Con el recuerdo de las inhabilitaciones de Garzón y Elpidio Silva en el retrovisor, apartados ambos de la carrera judicial mientras investigaban la Gürtel y el caso Blesa, Ruz se ha propuesto desenmascarar esta trama en un país en el que son condenados antes los jueces que los sospechosos.
Además de las influencias, los magistrados tienen que luchar contra la falta de medios y el eterno reproche de contribuir a una justicia lenta. Ruz acumula varias macrocausas como el caso Pujol, la investigación sobre Neymar o la presunta estafa de Nueva Rumasa, por citar algunos ejemplos. Tal cantidad de trabajo tiene un punto de paradoja. Resulta que el juez más atareado de la Audiencia Nacional ocupa una plaza que no es suya desde que le adjudicaron temporalmente su sillón tras la suspensión del juez Garzón.
Algunas veces los hombres discretos, trabajadores y tenazes se convierten en «estrellas» por mérito propio y, en algunas ocasiones, a su pesar. Son los depositarios de la poca confianza en las instituciones que nos quedan a los españoles. El auto de esta semana es una muestra de que el sistema aún respira, aunque sea a bocanadas de aire lentas y agónicas.