Tu tristeza me traspasa
¿Quién no quiere para su hijo el mejor de los futuros? Incluso el mejor de los presentes. Yo no tengo hijos pero no me resulta difícil imaginar todo lo que unos padres y madres luchan por ofrecer lo mejor posible a sus pequeños.
¿Quién no quiere para su hijo el mejor de los futuros? Incluso el mejor de los presentes. Yo no tengo hijos pero no me resulta difícil imaginar todo lo que unos padres y madres luchan por ofrecer lo mejor posible a sus pequeños.
Me duele tu mirada, pequeño de mi alma. Tu tristeza me traspasa. Y al verte recuerdo al papa Francisco esta semana en Estrasburgo: «No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio (…) Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos (de la inmigración)”. Grecia ha rescatado el buque en el que viajabas con 700 más, 200 de ellos mujeres y niños que podrían proceder de Siria y Afganistán, aunque no se sabe el puerto de donde salió. Todo apunta que a bordo habría más de 100 niños como tú menores de 14 años y alrededor 150 mujeres, algunas de ellas embarazadas.
¿Quién no quiere para su hijo el mejor de los futuros? Incluso el mejor de los presentes. Yo no tengo hijos pero no me resulta difícil imaginar todo lo que unos padres y madres luchan por ofrecer lo mejor posible a sus pequeños. ¿Qué vivirán estas familias en sus países de orígenes para lanzarse de esta manera a una aventura incierta e insegura? ¿Qué responsabilidad tenemos al consentir lo que ellos viven? Perdonadme que esta vez mi columna sea una carta abierta a este niño de la foto. Muchos de vosotros tenéis hijos y lo comprenderéis.
Mi pequeño desconocido: ¿Por lo menos te acompañan tus padres en la travesía? ¿O te han dejado en manos de familiares o desconocidos en búsqueda de un futuro mejor para ti? Calculo que tienes unos tres años y, sin embargo, tu cara es de desconcierto y de dolor. ¿Qué sabrás tú de lo que te espera? Yo que soy adulta y una mujer hecha, siento miedo a lo desconocido. ¿Sentirás tú también miedo a lo que estás viviendo? No es justo lo que vives. Seguramente, a tu edad no sabes lo que es la justicia. Ojalá nada ni nadie apague tus sueños, tus recuerdos junto a tus seres más queridos, los juguetes que te divertían y tuviste que dejar atrás (yo sé que a un niño le basta un osito roto para sonreír). Que lo que hoy vives a la deriva no borre los días felices aunque estos hayan sido pocos. Que el futuro no te dé la espalda, que encuentres a alguien que pueda abrazarte y darte algo de seguridad. Eres tan pequeño que la tristeza no compagina con tu edad. Ojalá no pases frío y que la Navidad no pase desapercibida para ti. ¡Daría cualquier cosa para que fueras feliz!
Amigos que me leéis, no podemos dormir tranquilos mientras el Mediterráneo siga siendo el lugar de las historias más tristes de muchos de nuestros coetáneos. El adiós y el fin de la esperanza de muchos sueños rotos. A veces tengo la impresión de que se nos ha hecho un cayo en el corazón y nos hemos vuelto insensibles al dolor ajeno. Prefiero sufrir porque me duela el dolor del otro, que ser feliz a costa de la insensibilidad y la comodidad. Un niño siempre tiene derecho a crecer y vivir feliz. ¿Cuándo lo comprenderemos? “El amor es para el niño como el sol para las flores; no le basta pan: necesita caricias para ser bueno y ser fuerte.” (Concepción Arena). Y no olvidemos que todos llevamos un niño en el fondo de nuestro corazón.