Black Sunday
Una cuchillada por la espalda como la que mató a Jimmy. Una somanta de palos para los que siguen tolerando y mirando de soslayo la xenofobia, el racismo, la intolerancia y cualquiera de las formas conocidas de la violencia.
Una cuchillada por la espalda como la que mató a Jimmy. Una somanta de palos para los que siguen tolerando y mirando de soslayo la xenofobia, el racismo, la intolerancia y cualquiera de las formas conocidas de la violencia.
Empezaron la batalla 60, acabaron 180 y murió uno. Estos son los números. Lo peor es el niño que se queda sin padre y la horrible sensación de que nunca hacemos lo suficiente los que estamos inmersos de forma directa o indirecta en el mundo del futbol.
La batalla campal entre ultras de un equipo y otro, con ideologías de extrema derecha e izquierda, que quedan por whatsapp para zurrarse a las 9 de la mañana justo antes de un partido y que acaban muriendo y matando. Y los organismos, fuera de cobertura. Justo los días que han de estar con cien ojos, con los teléfonos operativos y las alarmas encendidas.
La Federación Española de Fútbol, cuyo leit motiv profesional se sucede en fin de semana, estaba de fiesta. A primera hora de la mañana nadie sabe, nadie contesta, mientras un crío pierde a su padre en una reyerta de vergüenza ajena. Al mediodía, se disputa el partido más allá del estado crítico del que luego muere y de los 25 heridos.
En el papel, un equipo gana y el otro pierde. Para mí, la magnitud de la derrota es brutal. Una cuchillada por la espalda como la que mató a Jimmy. Una somanta de palos para los que siguen tolerando y mirando de soslayo la xenofobia, el racismo, la intolerancia y cualquiera de las formas conocidas de la violencia. Pero el espectáculo debe continuar y suena el pitido inicial en el Calderón con un muerto y decenas de heridos en el calentamiento previo. Asco. Vergüenza. La misma que siento cuando voy a las canchas de baloncesto a ver los partidos que juega mi hijo y escucho las barbaridades que sueltan por la boca algunos padres. Ese es uno de los caldos de cultivo. La no educación de base. La falta de respeto más absoluta a los valores del deporte. Y así escribimos la historia más negra de nuestro fútbol, con diez víctimas mortales desde el 82. Basta ya.