De relojes y leyendas
En el corazón de la capital checa, el reloj astronómico inunda de magia la Plaza de la Ciudad Vieja. Cada hora en punto, los doce apóstoles salen de sus entrañas para saludar a los checos, a pesar de ser Praga la ciudad más agnóstica de Europa.
En el corazón de la capital checa, el reloj astronómico inunda de magia la Plaza de la Ciudad Vieja. Cada hora en punto, los doce apóstoles salen de sus entrañas para saludar a los checos, a pesar de ser Praga la ciudad más agnóstica de Europa.
La maquinaria y el paso del tiempo hacen de Praga una ciudad maravillosa. Un metrónomo la vigila desde las alturas y recuerda a sus ciudadanos que, desde hace 25 años, son ellos quienes marcan su propio compás, sin un director de orquesta estalinizado que encarcele vidas y pentagramas. En el corazón de la capital checa, el reloj astronómico inunda de magia la Plaza de la Ciudad Vieja. Cada hora en punto, los doce apóstoles salen de sus entrañas para saludar a los checos, a pesar de ser Praga la ciudad más agnóstica de Europa. Cosas de la vida. Allí, los guías turísticos suelen decir: “Praga no cree en Dios, tan solo en cuentos de hadas”.
El metrónomo nació tras derribarse una inmensa estatua de Stalin. Pero, ¿de dónde sale un reloj astronómico? Cuenta la leyenda que el maestro Hanus dibujó y construyó este proyecto a finales del siglo XV. Después de maravillar a los checos y de convencerles de que disfrutaban de un regalo único en el mundo, siguió trabajando en el taller. Al parecer, vieron a Hanus trazando con su lápiz las líneas de lo que iba a ser otra maravilla única. La exclusividad de Praga estaba en peligro.
Una noche gélida, de niebla, de esas en las que el río Moldava lucha para no ser apresado por el hielo, tres forasteros acudieron a casa del maestro Hanus. Después de que el relojero abriera la puerta, los visitantes cogieron un hierro ardiendo y le quemaron los ojos. Mataron al próximo reloj astronómico.
Cuando Hanus se enteró de que la envidia shakesperiana que poseía a las autoridades era la causa de su ceguera, subió a la torre del reloj acompañado por su aprendiz. Lleno de ira, metió la mano en la maquinaria y arrancó con fuerza su corazón. El reloj astronómico y la vida de Hanus se pararon al mismo tiempo. Esta leyenda, tintada de una envidia corrosiva, asquerosa y, por eso, verdadera, decía que quien arreglara el reloj lo pagaría con su muerte. Muchos años pasaron hasta que alguien lo hiciera.
Una leyenda de magia, pero pintada con lo bueno y lo malo de los hombres; una leyenda que funciona. ¿Cómo no van a creer en los cuentos de hadas?