THE OBJECTIVE
Cesar Cidraque Llovet

Tienen hambre

¿Qué ocurre cuando te miras en el espejo? “Me veo como un monstruo, hay días que me veo horrible” ¿Qué ocurre? Las respuestas no están en el espejo, ni en el maquillaje o en la báscula, ni en unos grandes músculos o unos marcados abdominales.

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¿Qué ocurre cuando te miras en el espejo? “Me veo como un monstruo, hay días que me veo horrible” ¿Qué ocurre? Las respuestas no están en el espejo, ni en el maquillaje o en la báscula, ni en unos grandes músculos o unos marcados abdominales.

¿Qué ocurre cuando te miras en el espejo? “Me veo como un monstruo, hay días que me veo horrible” ¿Qué ocurre? Las respuestas no están en el espejo, ni en el maquillaje o en la báscula, ni en unos grandes músculos o unos marcados abdominales. Tampoco en medicamentos que levantan el ánimo.

Hemos confundido marketing con belleza, y esos cánones ponen incesantemente a prueba nuestra escala de valores y la de nuestros jóvenes. Buscamos la belleza en el exterior, en la aprobación de los demás, en la ostentación, la juventud… Pero la verdadera belleza es discreta, sencilla, y está más en cómo miras que en lo que miras.

Sin ánimo de generalizar, observo casos de niños y niñas de poco más de 13 años que dejan de comer o que apenas lo hacen. Y no tienen, en principio, ningún trastorno de la alimentación diagnosticado. Quieren estar delgadas porque hay que estar delgadas, independientemente de la salud. Independientemente de que el cuerpo pida crecer y desarrollarse. Ellos tienen que estar musculados, aunque en la adolescencia un exceso de músculo sea contraproducente para el crecimiento del hueso.

No quieren “ser feos ni feas”, aunque pese a estar delgadas o musculados sigan viéndose mal. Nunca tienen suficiente. No quieren ganar peso aunque estén creciendo. Su lógica parece decir que deberían ser prácticamente iguales a los 12, 15 y 17 años. (Nosotros hacemos lo mismo). No todos los adolescentes ni adultos se encuentran en esta situación de riesgo y vulnerabilidad física y emocional. Pero en el caso de los jóvenes, me pregunto: ¿y los papás y mamás? ¿Se dan cuenta de esta situación? ¿Desayunan, comen, cenan con sus hijos? ¿Hablan con sus niñas y, lo que es más importante, las escuchan para acogerlas, para que se sientan queridas, sin juzgarlas? ¿Nuestros hogares funcionan con normas, premios y castigos; o a base de criterios, comunicación asertiva, peticiones razonadas y acuerdos?

Quizá les parezca una exageración. Pero, ¿no les parece más exagerado que una niña de 14 años se vaya a la escuela sin desayunar, coma dos mandarinas y cene una barrita energética? ¿Cuántas hay como ella? Les aseguro que tienen hambre, esa no es la cuestión.

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