Polvo enamorado
Es en las orillas de uno de esos ríos, el sagrado río Yamuna, donde se alza desde el siglo XVII, blanco y majestuoso, el Taj Mahal, un exquisito homenaje al amor después de la muerte.
Es en las orillas de uno de esos ríos, el sagrado río Yamuna, donde se alza desde el siglo XVII, blanco y majestuoso, el Taj Mahal, un exquisito homenaje al amor después de la muerte.
Cada año, con el monzón, las praderas de la India se verdean y encharcan con unas lluvias que caen a manta Dios. El agua, en su ciclo incansable de milenios, anega los arrozales y rejuvenece el paisaje del país. En la región norte de Uttar Pradesh, más árida, donde el monzón llega con menos intensidad, los ríos que bajan del Himalaya serpentean las planicies de tierra roja y dan de beber a las ciudades y poblados que se asientan en sus meandros. Es en las orillas de uno de esos ríos, el sagrado río Yamuna, donde se alza desde el siglo XVII, blanco y majestuoso, el Taj Mahal, un exquisito homenaje al amor después de la muerte.
Cuentan las crónicas que tras el fallecimiento de su amada esposa, el emperador Sha Jahan se hallaba desolado e inconsolable, sus barbas y su cabello se tornaron blancos en pocas semanas y sus ojos se debilitaron de tanto llanto. Se recluyó en palacio y a los seis meses comenzaría la construcción del Taj Mahal, el mausoleo a su esposa, que tardaría veintidós años en completar. Hoy los dos enamorados yacen juntos y son visitados diariamente por miles de viajeros que se acercan a contemplar la delicada obra.
No muy lejos de la ciudad de Agra y su Taj Mahal, la historia de amor se repite, esta vez más prosaica, y quizás por eso más conmovedora. A los casi ochenta años, el cartero retirado Faizul Hasan Qadri dedica su tiempo a cumplir la promesa que le hizo en el lecho de muerte a su difunta esposa. Tras 58 años juntos y ningún hijo, su mujer Tajammuli le preguntó quién los recordará cuando se hayan ido. Faizul la miró con la delicadeza que solo da el amor y una vida juntos y le prometió que construiría una tumba que todo el mundo recordaría. Vendió sus tierras y las pocas joyas que tenía para ir poco a poco cumpliendo su deseo. Al fin, cuando la muerte venga implacable a buscar también a Faizul, los dos reposarán juntos en el mausoleo y todos los recordarán, una reverencia y un tributo al amor constante más allá de la muerte: «Serán ceniza, mas tendrá sentido; / Polvo serán, mas polvo enamorado».