La cuarta imagen
No se alarmen, esa foto no existe. Es producto de Einsestein. Es una imagen irreal e inducida, sí. ¿Pero imposible?
No se alarmen, esa foto no existe. Es producto de Einsestein. Es una imagen irreal e inducida, sí. ¿Pero imposible?
Déjenme que les haga una confidencia y les cuente el proceso de cómo preparo esta colaboración semanal con ‘The Objective’. Cada martes por la mañana entro a la web y repaso las fotografías de la jornada. No presto particular atención a los pies de foto, aunque sí al café que me acompaña, y las paso a cierta velocidad, como si fueran fotogramas salpicados de una película. Hasta que escojo. O hasta que como hoy –como ayer para el lector- no soy capaz de elegir una.
En ese caso, me dejo llevar por Serguéi Einsestein.
Ahora me explico.
Hace ya más de una década, mi profesor de Historia del Cine, José María Sesé, nos definió muy a regañadientes –Sesé prefería enseñarnos a pensar antes que a memorizar- la metáfora cinematográfica tan presente en la obra del director soviético. “Varias imágenes reales y consecutivas en la pantalla generan una nueva imagen irreal e inducida en el cerebro”, dijo.
(Y sí –lo siento José María-, lo memoricé. Aunque también aprendí a pensar. Un poco.)
Cuando repaso la película diaria de ‘The Objective’, les contaba, a veces me dejo llevar por Serguéi Einsestein. Y la suma de imágenes reales y consecutivas en la pantalla acaba por generar una imagen irreal e inducida en mi cerebro.
Hoy –sigue siendo ayer para usted- vi la foto de Renzi pidiendo un nuevo modelo para una Europa que parece instalada en la crisis. Acto seguido salté a la imagen de la bolsa griega, con su gráfico de caída, su mensaje positivo que suena a sarcasmo –‘GR for Growth’- y la incertidumbre de su futuro político y económico (que es un poco el de todos nosotros). Y acabé en la imagen que ilustra este texto: China y el bloqueo a Gmail.
Y Einsestein hizo su trabajo. Y en este año que acaba –maldito, quizá, como todos los años 14- vi otra imagen, una cuarta imagen que es el tránsito por las tres anteriores. La imagen de la Europa de las libertades sumida en una crisis moral y económica que rompe su pasado –si Europa tiene ADN, seguro que está escrito en griego clásico- en el presente y se encamina hacia oriente, hacia un Estado-empresa que está a diez minutos de dominar en el mundo en el que sus ciudadanos no son tales. Ni siquiera son súbditos: no son más que empleados en una enorme factoría en la que libertad es apenas el nombre de un personaje de Mafalda. Pero sin gracia.
No se alarmen, esa foto no existe. Es producto de Einsestein. Es una imagen irreal e inducida, sí.
¿Pero imposible?