THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

Putin el Grande

El fundamentalismo democrático es la ideología ambiente de nuestro tiempo, según la cual, y entre otras cosas, un gobernante debe procurar la máxima democratización de una sociedad política dada.

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El fundamentalismo democrático es la ideología ambiente de nuestro tiempo, según la cual, y entre otras cosas, un gobernante debe procurar la máxima democratización de una sociedad política dada.

El fundamentalismo democrático es la ideología ambiente de nuestro tiempo, según la cual, y entre otras cosas, un gobernante debe procurar la máxima democratización de una sociedad política dada. Democratización a todos los niveles y en todos los ámbitos. No importa que las hechuras de dicha sociedad política sufran desgarrones y el estado sufra mutilaciones territoriales o desigualdades sociales y corrupción económica que pongan en peligro el buen funcionamiento de un país. En nombre de la democracia todo es posible.

Curiosamente, el imperio estadounidense, desde donde se irradia esta ideología, tiene entre sus máximos héroes políticos a Abraham Lincoln, un hombre admirable, no tanto por el Acta de Emancipación de los esclavos, que no acabó con los gravísimos problemas de segregación racial que siguen afectando enormemente a EEUU, sino por su conservación del estado ante unos territorios confederados que amenazaban destruir la Unión. Y recurrió a la guerra para mantener dicho estado.

Por eso mismo, porque el primer deber de un gobernante no es la democratización sino el mantenimiento, engrandecimiento y recurrencia en el tiempo de una sociedad política al menor coste humano posible, Vladimir Putin es una de las figuras más sobresalientes del s.XXI. Un hombre que sabe de primera mano que la caída de las estructuras estatales lleva al caos, la pobreza y mutilación territorial de un país, y por ello no le duelen prendas en hacer lo necesario para reconstruir su patria y hacerla fuerte.

Frente a todas las críticas tontorronas que le hacen gentes de muy distinto pelaje ideológico, Putin pasará a la historia como el hombre que reconstruyó Rusia tras la caída de la URSS y la década del borrachín indecente Boris Yeltsin. Y lo ha hecho con mano firme, prudencia y maestría estratégica. Un Herodes, y quizás a mucha honra.

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