De camino al paraíso
En su camino a la eternidad el color fue la sangre, el marco el terror y la banda sonora los alaridos de desesperación. No del todo idílico. Juntos como hermanos, sembraron el infierno en una sociedad que ridiculiza lo que para ellos es sagrado.
En su camino a la eternidad el color fue la sangre, el marco el terror y la banda sonora los alaridos de desesperación. No del todo idílico. Juntos como hermanos, sembraron el infierno en una sociedad que ridiculiza lo que para ellos es sagrado.
Uno se imagina el camino hacia el edén como un coqueto recorrido de pavés con flores alrededor, con nubecitas, y hasta algún ángel con un arpa por ahí. El suyo fue distinto. De camino al paraíso dejaron 12 cadáveres, algunos musulmanes, tirados por unos pasillos en los que horas antes se gestaba la risa. En su camino a la eternidad el color fue la sangre, el marco el terror y la banda sonora los alaridos de desesperación. No del todo idílico. Juntos como hermanos, sembraron el infierno en una sociedad que ridiculiza lo que para ellos es sagrado.
Los hermanos Kouachi nacieron reprimidos y terminan reprimiendo. Impartiendo justicia. Ahora que todos están muertos, el mundo es un lugar todavía peor. Igual que siempre, con 14 personas menos y alguna que otra mezquita en llamas. En definitiva, varios picos de odio más. Y el odio es la receta perfecta para hacer más grande la brecha que separa las culturas, sean cuales sean. La receta perfecta para que los que marginan lo hagan con argumentos y los se encuentren oprimidos maten con más argumentos. La receta perfecta para seguir igual que siempre, con 14 personas menos más.
Algunos soñamos con el día en el que las razas, las religiones y las culturas no sean más que pequeñas aristas de un todo, de una misma especie. Un día en el que nos sobrepongamos a lo que nos diferencia y comprendamos lo que nos une. Un día en el que la palabra nación deje paso a la palabra razón. Desde el perdón hacia un paraíso en vida para el que no hace falta sufrir, simplemente querer.