Yo no quiero ser Suizo
El mundo financiero no suele perdonar una traición y las venganzas se sirven en platos fríos. Suiza dice que tiene un buen ejército y aunque no es país belicoso, tras lo acontecido la semana pasada lo va a necesitar.
El mundo financiero no suele perdonar una traición y las venganzas se sirven en platos fríos. Suiza dice que tiene un buen ejército y aunque no es país belicoso, tras lo acontecido la semana pasada lo va a necesitar.
Suiza ese pequeño país aislacionista en el centro de Europa, esta semana ha enseñado una vez más su lado menos solidario con el mundo, no solo financiero, al provocar un terremoto con la fluctuación de su moneda en descoordinación con el resto de los bancos centrales del mundo.
Parece que todo funciona en este pequeño país, los trenes llegan a su hora, las calles están limpias, y todo está en orden y todo está previsto. Lo acontecido la semana pasada parece que ha pillado por sorpresa a todo el mundo, menos a los suizos.
Parte de la riqueza de este país pasa por tener en su territorio la sede de organismos internacionales tan opacos como grandes, bien sea la ONU, bien sea el COI, bien sea la FIFA. Todos ellos llenos de chanchullos para sus empleados que además de no pagar impuestos, toda su gestión carece de la más mínima transparencia. El resto del mundo financia a estos organismos pero Suiza no es solidario.
Todo funciona menos la solidaridad. Este pueblo es una casta y no quiere ser solidario. Por eso yo no quiero ser Suizo. Acoge el dinero de los mayores dictadores del mundo, no quiere mano de obra extranjera, no quiere formar parte de la UE, y hasta hace muy poco tiempo las mujeres no podían votar.
El mundo financiero no suele perdonar una traición y las venganzas se sirven en platos fríos. Suiza dice que tiene un buen ejército y aunque no es país belicoso, tras lo acontecido la semana pasada lo va a necesitar. Polacos, alemanes y austríacos los más afectados seguro que no descansarán.