Me duele el Congo
Hay conflictos, hay países, hay minorías, que están ahí, con sus problemas, sus auténticos dramas y sus luchas, pero casi nunca salen en los informativos o salen una vez y en seguida se olvidan porque las sentimos lejanas, no suponen un riesgo para nuestros intereses y no nos conmueven.
Hay conflictos, hay países, hay minorías, que están ahí, con sus problemas, sus auténticos dramas y sus luchas, pero casi nunca salen en los informativos o salen una vez y en seguida se olvidan porque las sentimos lejanas, no suponen un riesgo para nuestros intereses y no nos conmueven.
Hay conflictos, hay países, hay minorías, que están ahí, con sus problemas, sus auténticos dramas y sus luchas, pero casi nunca salen en los informativos o salen una vez y en seguida se olvidan porque las sentimos lejanas, no suponen un riesgo para nuestros intereses y no nos conmueven. Me he alegrado de encontrar entre las fotos de The Objective dos relacionadas con otro conflicto silenciado por Europa: el que está viviendo intensamente desde hace una semana la República Democrática del Congo.
No sé si aquí lo he dicho alguna vez, tengo una amiga misionera de mi misma congregación, trabajando justamente ahí. Una valiente y apasionada mallorquina con la que suelo hablar por Telegram desde que ella consiguió hacer funcionar el 2G en Kanzenze. Hace días que no sé nada de ella. Pero le dio tiempo de llamarme y decirme que no me preocupara (¡cómo no preocuparme!) porque había revueltas en Kinshasa y habían cortado todo tipo de Internet en todo el país, que también habían cortado los informativos de los canales públicos y privados (otra vez la libertad de expresión, primera víctima) y que había pillajes y algunos muertos en la capital. Pero que todo eso estaba muy lejos de nuestras misiones, que si pasaba algo ya me enteraría. Y hasta ahora yo me había callado.
Pero hoy leo: «República Democrática del Congo. Alta tensión. La Federación Internacional para DDHH en África cifra en 42 los muertos en las manifestaciones que comenzaron el domingo. Kinshasa vuelve a la calma tras las protestas contra la norma que busca prolongar el mandato de Joseph Kabila». Me vino a la mente la llamada de mi amiga. Y en seguida me di cuenta de que yo misma estaba cayendo en lo que llevo criticando hace tiempo: Me importa, me interesa, porque son Hermanas de mi Congregación las que están en juego. Igual que todos, tengo intereses ahí y por ello me interesa. Y no me gusta nada esto.
Así que os comparto que me duele el Congo, como me duele Irak, y como me duele Venezuela. Países que ahora siento míos porque tengo personas queridas ahí. Pero también me duele Liberia y Sierra Leona, que llevan luchando contra el Ébola desde hace tiempo, aunque nosotros ya los hayamos olvidado porque nuestra enfermera ha vencido la enfermedad. Es muy dura la realidad, necesitan 1.000 millones de dólares para terminar con el ébola en África, según David Nabarro, director de la ONU para la lucha contra la epidemia. Y me duele Siria, China, Cuba y Argentina, Nicaragua… Soy consciente de que me dejo muchos fuera, me doy cuenta de que solo nos afecta lo que conocemos. Por eso les interesa tanto, a los propios involucrados, el silenciarlos. Ciertamente, un conflicto silenciado se convierte muy rápido en un genocidio oculto.
Así que no es de extrañar que la libertad de expresión sea siempre la primera «asesinada». Informar de las situaciones supone propiciar sus soluciones. Por eso, el papa nos pide no callar ante los conflictos, no cerrar los ojos ante la injusticia, no tener miedo a denunciar. Jaume Perich dice que «gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco.» Lo triste es que quedan lugares donde «al gobernante tampoco» le pasa nada y demasiados puntos del planeta en que ni siquiera se puede decir algo.