¿Qué le veis a la Torre Eiffel? ¿Qué?
En realidad, es el imaginario colectivo el que ha convertido un montoncito de hierros en un pastelito rosa para enamorados. Es la presión del grupo la que nos ha convencido de que ese mamotreto es el lugar más romántico del mundo.
En realidad, es el imaginario colectivo el que ha convertido un montoncito de hierros en un pastelito rosa para enamorados. Es la presión del grupo la que nos ha convencido de que ese mamotreto es el lugar más romántico del mundo.
Yo, de verdad, ya lo siento, pero a mí, parecerme, lo que me parece, es algo fea. Hombre, no fea fea en plan cayo malayo pero tampoco como para meterla en el grupo de las guapas. No le veo el punto, qué quieren que les diga (aunque tampoco les vi el punto a las magdalenas indigestas e indigeribles esas que llamabais cupcakes y mirad cómo se comieron el mercado).
En realidad, es el imaginario colectivo el que ha convertido un montoncito de hierros (muy bien ensamblados, eso sí) en un pastelito rosa para enamorados. Es la presión del grupo -¿la Torre Eiffel, que no te gusta la Torre Eiffel?- la que nos ha convencido de que ese mamotreto –como lo llamaron los parisinos mientras asistían ojipláticos a su construcción- es el lugar más romántico del mundo, hasta tal punto que es el monumento más visitado del planeta, con siete millones de devotos anuales a sus pies. Venga, confiesen, así, en frío. Razonen. Párense a pensar. ¿Qué tiene la Torre Eiffel? ¿La ven bonita? Pero… ¿bonita bonita en plan Taj Mahal, o Petra, o Notre Damme, o la Capilla Sixtina o Santa Maria del Mar? ¿O bonita en plan es tan románticaaaaa-te-quiero-mi-amor?
De verdad, ¿qué le ven? ¿Qué le ven como para hacerlo el lugar más visitado de la Tierra?