Las esposas de la yihad
Las mujeres del Estado Islámico han hablado. En un manifiesto escrito por las brigadas de Al-Khanssaa se elabora con todo detalle cómo son las vidas de las mujeres que viven bajo el peso de la sharia que el ISIL impone en los territorios ocupados.
Las mujeres del Estado Islámico han hablado. En un manifiesto escrito por las brigadas de Al-Khanssaa se elabora con todo detalle cómo son las vidas de las mujeres que viven bajo el peso de la sharia que el ISIL impone en los territorios ocupados.
Las mujeres del Estado Islámico han hablado. En un manifiesto escrito por las brigadas de Al-Khanssaa se elabora con todo detalle cómo son las vidas de las mujeres que viven bajo el peso de la sharia que el ISIL impone en los territorios ocupados. En el califato islámico las mujeres son esposas, madres y amas de casa, no por decisión propia, como sucede de forma admirable a veces en nuestro entorno, sino porque no hay otra opción de vida para ellas.
Según el texto, las mujeres, después de casarse, deben llevar una vida sedentaria de reclusión dentro de las paredes del hogar salvo contadas excepciones, siendo una de ellas la yihad armada en caso de extrema necesidad. Estas esposas de la yihad podrían casarse a la tierna edad de los nueve años, quizás siguiendo el ejemplo del tan venerado profeta, que se casó con Aisha cuando ella tenía solo seis años, pero se contuvo y acabó consumando el matrimonio tres años más tarde; Aisha tenía nueve y el profeta cincuenta y tres. Eran otros tiempos, sin duda, pero a estos tiempos nos quieren volver a llevar los islamistas con su califato y sus manifiestos.
El ataque a Occidente y a los derechos que las mujeres tienen en estas latitudes es constante a lo largo de todo el documento. La igualdad es anulada. Nunca bajo el islam las mujeres y los hombres tendrán los mismos derechos. La educación para ellas comienza a los siete y termina no más tarde de los quince. Se les enseñará ciencia básica durante los primeros años, pero la mayor parte de su vida académica se centrará en estudios religiosos y cuestiones referentes al hogar.
Hay una aversión horripilante entre los islamistas a la mujer culta y educada, quizás porque nunca una mujer así, que se estime a sí misma, emocional e intelectualmente, se acercaría jamás a un miliciano degollador de tres cuartos como los que vemos diariamente en las noticias. Bajo el califato, no hay libertad para nadie, pero mucho menos para las mujeres. A las que se nieguen a casarse con la yihad les espera la muerte, como a esas pobres que no quisieron casarse con los terroristas del ISIL, 150 de ellas, fusiladas y quemadas en una fosa común en Mosul, hace solo unos días.
Otras mujeres que buscan una educación superior lejos de la subyugación del esposo en la prisión del hogar islámico corren la misma suerte, como las decenas de abogadas y funcionarias que han sido asesinadas en las últimas semanas en Siria y en Irak; su pecado: estudiar una carrera universitaria.