Europa no es un estado
El lío monumental de la deuda griega, entre otros líos, pone una vez más de manifiesto lo obvio: a saber, que Europa no es un estado.
El lío monumental de la deuda griega, entre otros líos, pone una vez más de manifiesto lo obvio: a saber, que Europa no es un estado.
El lío monumental de la deuda griega, entre otros líos, pone una vez más de manifiesto lo obvio: a saber, que Europa no es un estado. Esta no es una cuestión baladí, pues supone un misil en la línea de flotación de toda la ideología europeísta con la que hemos sido bombardeados durante décadas. La Europa que hoy conocemos, y que sus propagandistas identifican a sabiendas (es decir, de mala fe) con la Unión Europea, no es sino un producto norteamericano, con su precedente nazi, para luchar contra la Unión Soviética.
Las rencillas de los países europeos, que se remontan a siglos de antigüedad, fueron puestas en suspenso por el amigo americano y por los lazos de solidaridad contra terceros, propios de la Guerra Fría. Una vez caído el enemigo soviético, estos lazos solidarios comenzaron a aflojarse y surgió una vez más la competencia entre estados, y como siempre Alemania se mostró como el estado más fuerte. El euro y el Mercado Común no han sido otra cosa que un coto privado de Alemania construido frente el empuje de los países en vías de desarrollo.
El euro, al contrario que el dólar, no tiene un estado detrás que lo soporte, pues la Unión Europea no pasa de ser un club de naciones-estado con sus propios intereses, a menudo diferentes y a veces contradictorios entre sí. De ahí que solamente Alemania pueda efectivamente echarse al hombro esta carga, y no desinteresadamente.
La ideología europeísta es esencial para el tinglado del euro, pero Europa no es una unidad armónica, como nos han querido vender, sino polémica. En palabras de Gustavo Bueno, “Europa es una biocenosis”, una lucha a muerte entre las naciones. España aún no se entera. Grecia, que por otra parte es un pozo sin fondo, sale ahora del sueño europeísta.