¡No lo hagan, ni lo intenten!
No puedo evitar hacerme dos preguntas: la primera, ¿a quién se le ocurre invertir su valioso tiempo en crear una aplicación de estas?; y la segunda, ¿qué tipo de gente lo descarga?
No puedo evitar hacerme dos preguntas: la primera, ¿a quién se le ocurre invertir su valioso tiempo en crear una aplicación de estas?; y la segunda, ¿qué tipo de gente lo descarga?
El mundo se está volviendo loco. Bueno, ya estaba loco antes también, pero esto de las redes sociales, los smartphones y la mal llamada “nueva” tecnología lo está volviendo aún más.
Resulta que ahora han sacado una aplicación con la que es posible saber cuánta posibilidad de estrellarse tiene el avión en el que viaja. Una locura, vamos. A raíz de esto, no puedo evitar hacerme dos preguntas: la primera, ¿a quién se le ocurre invertir su valioso tiempo en crear una aplicación de estas?; y la segunda, ¿qué tipo de gente lo descarga? La respuesta a la primera es una incógnita; la de la segunda, la tengo clara: unos masoquistas.
Pero, vamos, que no son los únicos. Porque, con esta noticia me he acordado de algo que ya es un hábito desde que Internet forma parte de nuestras vidas: navegar por buscadores para saber qué enfermedad tenemos. En realidad, todos somos masoquistas, porque, ¿quién no ha hecho esto alguna vez? Vale, los que no saben utilizar el ordenador puede que no. De todas formas, consejo de amiga: no lo hagan, ni lo intenten. El mínimo dato que tecleen en la barra del buscador los llevará al infierno. Lo que al principio era una pequeña rojez se convertirá en alergia, pero, al final, después de millones de páginas de pseudoprofesionales de la medicina y entendidos de la materia, acabarán creyendo que les faltan dos meses de vida. No pegarán ojo, estarán tristes y amargarán a sus familiares y amigos más cercanos. Por su bien y por el de ellos, vayan al médico; ganarán en salud y en horas de sueño.
Deberíamos dejar de lado este tipo de prácticas, olvidarnos de estas aplicaciones absurdas y disfrutar de la vida y de sus momentos. ¿No es mucho más sano, más feliz y más natural vivir sin saber ciertos detalles? Si ya lo dice un refrán: “Ojos que no ven, corazón que no siente”.