THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

Sangre en Venezuela

Hay escasez de materias primas elementales y sobran sinvergüenzas al mando de la cosa. Se expropian hasta los partidos políticos. Sí, como lo leen. El último Podemos (el venezolano, el original).

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Sangre en Venezuela

Hay escasez de materias primas elementales y sobran sinvergüenzas al mando de la cosa. Se expropian hasta los partidos políticos. Sí, como lo leen. El último Podemos (el venezolano, el original).

La imagen de Saúl Loeb puede engañar. Una chica rubia, con una diadema que le recoge el cabello, en plena intervención sobre un asunto evidentemente serio, por el gesto. Un hombre y una mujer, también con ademán o mueca graves. Puede interpretarse otra cosa. Que hablan de otra materia. Pero cuando conoces a Lilian Tintori, y cuando conoces Venezuela, sabes de qué va la cosa. Porque la situación en el país por el que pasó Chávez, y en el que gobiernan Maduro, Diosdado y otros malandros, es calamitosa.

He paseado por las calles de Caracas, he charlado con opositores y chavistas. He encontrado a muy pocos maduristas. He viajado al interior con Capriles. He caminado por el 23 de enero, hablando con sus habitantes. Y por todos lados he encontrado, por encima de todo, en los gestos, en la expresión, en la actitud, tristeza, mucha tristeza. Y una resignación preocupante. Venezuela está en las últimas. El país se desangra en la miseria. Los jóvenes pierden la esperanza. El Gobierno está desorientado, superado por la realidad que ellos mismos han generado. La oposición lucha cada día mientras se violentan los derechos humanos. Se encarcela a los discrepantes. Hay escasez de materias primas elementales y sobran sinvergüenzas al mando de la cosa. Se expropian hasta los partidos políticos. Sí, como lo leen. El último Podemos (el venezolano, el original). Y cada dos horas se sigue relevando a la guardia que custodia el féretro de Chávez en una ceremonia que resulta grotesca y que evidencia hasta qué punto han perdido el norte.

Es lo que tienen las dictaduras. Pero en Venezuela es más grave, porque esa miseria, económica que afecta a todos, y moral, que afecta al régimen descompuesto, se produce en un país rico, riquísimo, y no solo por el petróleo, en el que unos pocos se lo han llevado todo. Todo. No queda ni leche para desayunar en los hoteles de cinco estrellas. Y la morgue es un espectáculo.

Conviene ver a Héctor Manrique, ese actorazo, director e intelectual venezolano, en su obra “Sangre en el diván” (en cartel en el Centro Cultural de Chacao, en el centro de Caracas) sobre Edmundo Chirinos, el que fuera psiquiatra de Chávez. Y conviene escuchar a Héctor. Y a tantos como Héctor que sin odio, sin pasiones desatadas, con amor a su pueblo, desde una posición progresista, te describen el drama venezolano. Con tantas similitudes, salvando todas las distancias geográficas, políticas, económicas y sociales con España. Y hay sangre en Venezuela, cada día, mucha sangre, y no en los divanes.

El marido de Lilian, Leopoldo López, lleva casi un año preso. Su delito: ser demócrata en una dictadura. Y lo que le queda. Ojalá las elecciones legislativas de este año permitan avanzar hacia la democracia. No hay presidenciales hasta el 2019. Pero Venezuela, y los venezolanos, no pueden aguantar cuatro años así. Es importante que se sepa. Porque es importante ayudarles. Al menos siendo conscientes del drama, que muchos desconocen. Al menos.

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