De Facebook a la eternidad
La vida 2.0 da un paso más para aproximarse a la vida cotidiana. Y es que al igual que podemos designar herederos para que nuestros bienes pasen a ser propiedad de los mismos dentro de poco tiempo también podremos designar herederos digitales.
La vida 2.0 da un paso más para aproximarse a la vida cotidiana. Y es que al igual que podemos designar herederos para que nuestros bienes pasen a ser propiedad de los mismos dentro de poco tiempo también podremos designar herederos digitales.
La vida 2.0 da un paso más para aproximarse a la vida cotidiana. Y es que al igual que podemos designar herederos para que nuestros bienes pasen a ser propiedad de los mismos dentro de poco tiempo también podremos designar herederos digitales. En otras palabras, podremos designar a las personas que vayan a gestionar nuestro patrimonio digital.
La primera compañía en dar el paso en esta dirección ha sido Facebook. Desde un punto de vista jurídico, es complejo determinar si todo el contenido que subimos a Facebook puede denominarse patrimonio en sentido estricto. Lo que es indudable es que nuestro perfil de Facebook tiene un valor en sí mismo que se aprecia o se deprecia en función del uso que le demos. Ese valor ha llegado hasta tal punto que los familiares de las personas que fallecían y tenían un perfil de Facebook reclamaban de la red social el poder acceder al mismo oponiéndose al cierre automático que se venía produciendo hasta ahora.
Ignoro si existe el concepto de patrimonio digital, pero me atrevería a definirlo como todos aquellos intangibles que forman parte de nuestra vida cotidiana, a los que únicamente nosotros tenemos acceso y a los cuales únicamente podemos acceder vía internet.
La sociedad se está digitalizando y ello supone que los conflictos jurídicos ya no solo se producen en la esfera terrenal sino también en la virtual. El derecho, como ha ocurrido siempre, va un paso por detrás de los fenómenos sociales y me temo que, a la velocidad que se desencadenan los acontecimientos en esta nueva era digital, cada vez quedará más relegado. Para solventar dichos conflictos se impone lo que conocemos por usos sociales, la costumbre. Así, sin norma alguna que lo determine, dentro de poco podremos nombrar heredero de nuestro perfil de Facebook a quien deseemos, incluso indicarle que lo preserve de aquí a la eternidad.