Libertad

Todo el que piensa diferente, el que expresa su disenso es fascista, golpista, agente del imperio. Una resolución de hace un par de semanas autoriza el uso de armas de guerra en manifestaciones.

—¿Quiénes somos?
—¡Estudiantes!
—¿Qué queremos?
—¡Libertad!

Esta es una de las consignas más escuchadas en las manifestaciones estudiantiles en Venezuela. La palabra libertad, impresa en la franela de este manifestante, parece escrita con su propia sangre.

En la Venezuela de hoy salir a manifestar pacíficamente es un delito que se paga con represión violenta, cárcel e inhabilitación para volver a las calles. Las marchas pro gobierno tienen autorización; las contrarias, no. Solo se puede estar de acuerdo. Ya ni siquiera podemos indignarnos.

Todo el que piensa diferente, el que expresa su disenso es fascista, golpista, agente del imperio. Una resolución de hace un par de semanas autoriza el uso de armas de guerra en manifestaciones. Quien discrepa no es pueblo. Solo lo es quien apoya al régimen. El pueblo en Venezuela se está reduciendo aceleradamente, según las encuestas. 

El gobierno está en guerra; el enemigo somos nosotros mismos. Estamos adentro, infiltrados en nuestra propia tierra. No hay tregua: si no te gusta, debes largarte o callarte, porque en Venezuela no hay cabida para ti. El miedo se nos instala en el alma. En nombre de la democracia, no se nos deja opinar; en nombre de la libertad, se encarcela a disidentes; en nombre de la justicia, los jueces son brazo «legal» de las tropelías del gobierno.

La libertad puede ser muchas veces un concepto abstracto, pero estampada con la propia sangre en la camisa se nos transforma en urgencia.