THE OBJECTIVE
Lartaun de Azumendi

¿Nos lo tomamos ya en serio?

Se ha llegado a semejante trivialización sobre los grandes asuntos que habrá quien crea que entrar en un camposanto con las manos manchadas de esvásticas es algo similar a llenar de grafitti el vagón de un tren de cercanías.

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¿Nos lo tomamos ya en serio?

Se ha llegado a semejante trivialización sobre los grandes asuntos que habrá quien crea que entrar en un camposanto con las manos manchadas de esvásticas es algo similar a llenar de grafitti el vagón de un tren de cercanías.

Mal, pero rematadamente mal, debemos estar haciendo el camino cuando no se respetan ni la memoria ni el descanso de los judíos fallecidos. Sentirse supremacista o pretender ajustar las cuentas con cuanto tiene de complejo lo que está sucediendo en Oriente Medio, que lo mismo me da, no es algo que pueda explicar a mis hijos. No es ni siquiera, algo con lo que sepan estar lidiando quienes comandan la nave europea.

Profanar una tumba es algo más que un hecho macabro; es patear el significado que las distintas culturas que pueblan el mundo se han dado a sí mismas a la hora de honrar y respetar a quienes hicieron posible que llegáramos a ser lo que somos. La obra de un imbécil, vaya. Si a la citada barbaridad se le añade el envenenado esputo de embarrarlo más, si cabe, con una esvástica aquí y allá, tenemos una fotografía de lo que está sucediendo ahora mismo en el corazón de la Europa de indudable herencia judeocristiana. 

Habrá quien piense que un nicho o la lápida de un enterramiento no comporta mayor trascendencia que la de sus materiales, no les culpo. Estarán, empero, demostrando una paupérrima cultura, un abismal alejamiento de cualquiera que sea su entorno. Un horror  tan espantoso que no comprendería ninguno de nuestros ancestros, fueran catedráticos o pastores, cualquiera de ellos.

Se ha llegado a semejante trivialización sobre los grandes asuntos que habrá quien crea que entrar en un camposanto con las manos manchadas de esvásticas es algo similar a llenar de grafitti el vagón de un tren de cercanías.

El antisemitismo vive su cénit en la vieja Europa durante este siglo que acabamos de estrenar y quienes legislan, los que gobiernan, quienes prescriben y vigilan no se aplican ante el problema con la diligencia con la que aparecen todos juntos en la foto del aniversario de Auschwitz.

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