Matando y muriendo
Antes de matar debe observarse la existencia con los cinco sentidos, sin que pueda escaparse un solo ápice de esa última escena.
Antes de matar debe observarse la existencia con los cinco sentidos, sin que pueda escaparse un solo ápice de esa última escena.
Son muchos los que ven la vida a través de una mira telescópica. Es curioso. Antes de matar debe observarse la existencia con los cinco sentidos, sin que pueda escaparse un solo ápice de esa última escena. Es un rodaje tenebroso, cuidado hasta el último segundo, monstruoso; único como la vida misma porque nadie muere dos veces. O sí.
Ahora, apenas existe el combate cuerpo a cuerpo. Cada vez son menos los que se miran a los ojos antes de intentar asesinarse el uno al otro. La tecnología abarata la vida, ofreciendo un descuento más que goloso a quien la quita: la invisibilidad del sufrimiento.
Pasan los días, los meses, los años, los siglos, y seguimos matando. La muerte se torna más fácil, menos violenta, y pone una venda que tapa los ojos del ser humano, convirtiéndolo en el peor de los males del planeta. Sin embargo, aquí al lado, a unos miles de kilómetros de este ordenador, todavía existe quien mata con los ojos abiertos, percibiendo cómo el pulso de su enemigo se desvanece.
La muerte suena lejana para muchos, pero para otros es una melodía habitual, un estribillo conocido que aparece con la misma frecuencia que las noticias en la radio. ¿Qué sería de este planeta sin nosotros? Seguimos matando, y muriendo…