En estos tiempos de marchas
Una masa estudiantil que lucha con disparos en la cabeza… Pero ahora, inevitablemente, debo regresar a pensar en mi país, Perú, donde ya han existido tremendas marchas contra repartijas políticas y reformas laborales.
Una masa estudiantil que lucha con disparos en la cabeza… Pero ahora, inevitablemente, debo regresar a pensar en mi país, Perú, donde ya han existido tremendas marchas contra repartijas políticas y reformas laborales.
He visto a Maduro allí en Trinidad y Tobago ofreciendo petróleo a cambio de papel sanitario. Luego, lo he visto rechazar a su oposición amenazando con ‘prohibirla’. Él es el representante de muchos venezolanos, muchos de los cuales salen a las calles en estos días. Protestan los jóvenes estudiantes, miles de ellos entre los seis que ya han fallecido en las últimas semanas y que se alzan como símbolo de una lucha afiebrada y cansada.
Una masa estudiantil que lucha con disparos en la cabeza… Pero ahora, inevitablemente, debo regresar a pensar en mi país, Perú, donde ya han existido tremendas marchas contra ‘repartijas políticas’ y ‘reformas laborales’. Miles han marchado, han gritado por su ideal de justicia y democracia contra los ‘lobos politiqueros’.
Y ahora 27 de febrero [día en que escribo estas líneas], miles tienen planeado marchar contra ‘la televisión basura’. Es decir, para que se respete la Ley de Radio y Televisión, en especial el artículo 40 sobre el horario de protección a la familia o al menor. Hasta el presidente Ollanta Humala Tasso dijo que “quisiera asistir”. ¿Y si todos en el mundo quisiera marchar contra ‘la TV basura’? Es verdad. En Perú hay programas que son una reverenda patraña.
Los impulsores de esta iniciativa han movido todo por redes sociales [el hashtag es #PerúSinTvBasura]. Me recuerda mucho al 15-M, a las marchas en México y ahora en Haití, pues creo que todos marchan, está bien, todos marchan porque no quieren resignarse, profundamente, no aun cambio, sino a la búsqueda de un ejemplo que los gestione. De un gran líder, ya que en sus gobernantes no creen o parece que no creyéramos en nadie.