Venezuela ante el abismo
Arrodillado y pidiendo clemencia. Así murió Kluiverth Roa. El agente de la policía bolivariana empuñó su arma y disparó al niño de catorce años, volándole la cabeza y sus sueños. Horas antes se encontraban los cuerpos de otros cinco estudiantes también con disparos en la sien en Caracas.
Arrodillado y pidiendo clemencia. Así murió Kluiverth Roa. El agente de la policía bolivariana empuñó su arma y disparó al niño de catorce años, volándole la cabeza y sus sueños. Horas antes se encontraban los cuerpos de otros cinco estudiantes también con disparos en la sien en Caracas.
Arrodillado y pidiendo clemencia. Así murió Kluiverth Roa. El agente de la policía bolivariana empuñó su arma y disparó al niño de catorce años, volándole la cabeza y sus sueños. Horas antes se encontraban los cuerpos de otros cinco estudiantes también con disparos en la sien en Caracas, y, en Maracaibo, los sicarios del régimen apaleaban a estudiantes y docentes universitarios. Desde febrero del pasado año, son más de 50 las muertes de estudiantes a manos de la policía y esbirros del gobierno dictatorial hijo del chavismo. La responsabilidad del presidente Nicolás Maduro en estas muertes es indiscutible. Desde hace muchos meses el gobierno bolivariano ha venido respondiendo con violencia institucional, con represión armada, cualquier intento de manifestación que se oponga al régimen y a las políticas infames que han destrozado a un país ya irreconocible.
Venezuela se desangra. Quince dolorosos años de chavismo han reducido a uno de los países con mayores recursos naturales y humanos del mundo a un estado roto. Todos los ámbitos de la sociedad y de las instituciones se han ido pudriendo. Las hazañas del ‘Socialismo del siglo XXI’, como lo bautizaba Chávez, son la pobreza, la corrupción masiva, el autoritarismo dictatorial, la persecución política y la sangre vertida en las calles. En Venezuela se producen más de 25.000 asesinatos al año, una cifra escalofriante que convierte al país en uno de los más peligrosos del mundo. El sistema policial y judicial es tan corrupto e ineficiente que 9 de cada 10 de esos crímenes quedan sin resolver. 1 de cada 5 crímenes lo cometen las fuerzas de seguridad del estado bolivariano. La sociedad ya no ve a la policía como una ayuda, sino como una fuerza brutal y corrompida, más propicia a robarte o apalearte que a socorrerte. Hay cerca de 40 secuestros al día en las calles de Venezuela, muchos de ellos perpetrados por esas fuerzas nacionales encargadas de la protección. La inseguridad ciudadana está ahogando a una sociedad que no da más de sí.
Es solo una pincelada del infierno que Chávez antes, y Maduro ahora, han hecho de Venezuela. No hay nada, ni en lo social, ni en lo institucional, ni en lo económico, nada en lo que la Venezuela actual pueda servir como ejemplo para las sociedades occidentales. El socialismo del siglo XXI bolivariano ha sido, a todas luces, la mayor catástrofe para Latinoamérica en el último cuarto de siglo.