Para no acabar a golpes
La mayoría supone, más o menos conscientemente, que las personas que acceden a un cargo público han de ser equilibradas, razonables, que entienden que las diferencias se resuelven dialogando
La mayoría supone, más o menos conscientemente, que las personas que acceden a un cargo público han de ser equilibradas, razonables, que entienden que las diferencias se resuelven dialogando
No es la primera vez que se ve a los parlamentarios de un país acabar a golpes, pero no deja de ser inquietante para muchos ciudadanos ver a sus dirigentes políticos perder los papeles de este modo.
La mayoría supone, más o menos conscientemente, que las personas que acceden a un cargo público han de ser equilibradas, razonables, que entienden que las diferencias se resuelven dialogando, que son capaces de ser respetuosos con los que defienden otras opciones políticas.
Esto se debe a que la parte racional del ser humano asume ideas sobre la realidad, ideas sobre cómo deberían ser las cosas, y que le dan seguridad. Luego espera que las circunstancias se adapten a esas ideas. La verdad es que la mayoría de los seres humanos aún no ha aprendido a resolver sus emociones. No «gestionar», no controlar ni descontrolar, no desahogarse, no reprimir… Resolver.
Los conflictos psicológicos pendientes llevan asociadas sus correspondientes emociones reprimidas, tales como tristeza, temor, inseguridad, también agresividad, odio, ánimo de venganza. La mayoría de las personas acumulan estas emociones en su interior, y tratan por todos los medios de evitar que surjan, y menos en público.
Pero esa no es una solución. En determinadas circunstancias de alto estrés emocional, surgirán con fuerza las emociones reprimidas, dirigiendo el comportamiento de esa persona. Incluso en un parlamento.
Simplificando, del miedo surge la competitividad y la agresividad. Así pues, la resolución de la agresividad se logra cuando se aprende a resolver el temor. Las leyes ayudan a controlar el comportamiento, pero no resuelven las emociones que la persona lleva dentro. Cada persona, por su bien y por el de los demás, debe aprender a solucionar sus temores, tanto si se ostenta un cargo público como si no.
Resolver las emociones, claro está, no quiere decir no tener sentimientos, quiere decir ser capaces de poner solución a todo aquello que enfrenta y separa a unos seres humanos de otros.