Jugando con fuego real
El mundo es un polvorín y estamos desayunando cada día con terrorismo, guerras y cadáveres en las portadas de los medios.
El mundo es un polvorín y estamos desayunando cada día con terrorismo, guerras y cadáveres en las portadas de los medios.
Un curtido y reconocido fotógrafo me decía estupefacto que no somos conscientes de la delicada situación que estamos viviendo a nivel mundial. La guerra abierta entre Ucrania y Rusia –con derribo incluido de un avión con civiles-, las barbaries del Estado Islámico en Oriente Medio, los totalitarismos en Sudamérica, la amenaza nuclear iraní o la tensión creada por el pequeño Kim en Corea del Norte son demasiados frentes abiertos durante demasiado tiempo. Me decía que no es impensable que en algún momento pudiera estallar un conflicto a gran escala.
Dios no lo quiera, pensaba para mis adentros. Pero no le falta razón. En la conversación me decía que los que ya han vivido una guerra civil, o una guerra mundial, probablemente nunca pensaron que pudieran acabar en las trincheras. Se llegó incluso al exterminio masivo de seres humanos.
El problema es que no escarmentamos y la humanidad sigue jugando con fuego. Nos conformamos con un pacto de tolerancia. Los organismos internacionales parecen haber perdido influencia y poder de decisión, y no pocos tiranos han aprovechado el vacío para hacerse fuertes. Hay casos de libro.
En muchos de estos países la mecha está ya encendida, por lo que la explosión puede llegar más pronto que tarde. El mundo es un polvorín y estamos desayunando cada día con terrorismo, guerras y cadáveres en las portadas de los medios. Europa tiene su particular avispero con la guerra entre las tropas de Kiev y los rebeldes pro-rusos.
Por ahora Estados Unidos sólo le ha dado toques de atención a Putin con escaso éxito, pero ¿qué ocurriría si esta escalada fuera a más? Ya hemos vivido épocas de “guerra fría” y no parece que sea la mejor manera de promover un mundo en paz. Dos de las grandes potencias –junto a China- tienen la llave de la estabilidad internacional. Una gravísima responsabilidad ante los pueblos y la historia.
¿Estarán a la altura o volveremos a las trincheras?
Dios no lo quiera.