Los puñales de Pyongyang
La dictadura norcoreana es poco más que un nutrido grupo de peligrosos gangsters enalteciendo el terrorismo y subyugando a un pueblo.
La dictadura norcoreana es poco más que un nutrido grupo de peligrosos gangsters enalteciendo el terrorismo y subyugando a un pueblo.
Agazapados debajo de una manta para amortiguar el sonido, Kang y sus amigos desafiaron a las autoridades norcoreanas durante meses. Habían conseguido milagrosamente una radio en el mercado negro tras sobornar a algún oficial. Kang consiguió modificarla y empezaron a encontrar emisoras que venían más allá de las fronteras de su país. Se pasaron horas escuchando la música pop de Michael Jackson o Billy Joel, encandilados por esas melodías que no tenían lugar en su Corea natal. Descubrieron también, con asombro epifánico, cómo cambiaba el mundo más allá del Paralelo 38: la caida del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, el derrocamiento y muerte de Ceaucescu, incluso vieron desplomarse las mentiras con las que el régimen norcoreano había ido adoctrinando a la población durante años, como el hecho de que fue Corea del Norte, no el Sur, quien empezó la guerra. Tras varios meses, Kang supo que uno de sus amigos se había ido de la lengua, y que estaba bajo vigilancia de las autoridades. Era solo cuestión de tiempo que fuera apresado y llevado a alguno de los muchos campos de concentración que todavía hoy existen en su país. Sabedor de la infamia y las atrocidades de los gulags ?había sido prisionero de niño por un ‘delito’ que su abuelo había cometido? Kang Chol-Hwan se fugó por la frontera china, para nunca más volver a su hogar.
Conocemos muchas de las atrocidades perpetradas por la dictadura de Pyongyang por testimonios como el de Kang y de otros muchos héroes que han vivido para contarlo. Pero son estas últimas declaraciones del gobierno ?calificando un navajazo a plena luz del día contra el embajador americano en Seúl, Mark Lippert, de ‘justo castigo’, o llamando al arma del crimen nada menos que ‘el cuchillo de la justicia’? las que muestran que la dictadura norcoreana es poco más que un nutrido grupo de peligrosos gangsters enalteciendo el terrorismo y subyugando a un pueblo. Es la reacción atolondrada de un ejecutivo que se ha creído sus mentiras después de tantos años lavando las mentes a los suyos. Es la desfachatez de un gobierno que insulta escondido tras las amenazantes cabezas nucleares las quizás cuestionables maniobras de los EEUU y Corea del Sur. Es la bravuconada sin escrúpulos de aquellos altos cargos que bridarían, sin duda, con el más caro brandy francés, por el terrorismo contra sus enemigos, mientras su población empequeñece por el hambre ya endémica. Es un estado en caída libre.