Poesía futbolística
Pocas cosas hay más bonitas que un balón con estrellas en el centro del campo al son del himno de Tony Britten mientras la noche cae bajo toda Europa.
Pocas cosas hay más bonitas que un balón con estrellas en el centro del campo al son del himno de Tony Britten mientras la noche cae bajo toda Europa.
Si el fútbol es bonito, la Liga de Campeones es la máxima potencia del espectáculo. Pura poesía futbolística. Pocas cosas hay más bonitas que un balón con estrellas en el centro del campo al son del himno de Tony Britten mientras la noche cae bajo toda Europa.
Nadie esperaba un Schalcke 04 marcando cuatro goles en el Santiago Bernabéu mientras Cristiano Ronaldo pedía la hora al grito de ¡Qué vergüenza! Como pocos imaginaron el partido que brindaron el Chelsea y el PSG o Mourinho y Blanc. O para ser más justos Thiago Silva.
Eso es la Champions League. Libretas y pizarras son emborronadas en banquillos y vestuarios por los entrenadores a sabiendas de que se juegan todo o nada: a vida o muerte. Ciento ochenta minutos de lucha y pundonor en el que no gana el mejor sino el que se deja todo sobre el verde. Todo para hacer bailar un esférico como si se tratara de la mejor poesía jamás compuesta haciendo de las asistencias el mejor paralelismo y de los goles la mejor metáfora.
Y lo mejor aún está por llegar. Dos eliminatorias y una final para que un equipo escriba el mejor verso de su historia. Poesía futbolística.