Hijos de las estrellas
Somos hijos de las estrellas. No de una manera figurada, una metáfora romántica que nos mueva a vernos parte del cosmos, no. Somos, literal y científicamente, polvo de estrellas. No solo somos parte del universo, sino que el universo forma parte de nosotros.
Somos hijos de las estrellas. No de una manera figurada, una metáfora romántica que nos mueva a vernos parte del cosmos, no. Somos, literal y científicamente, polvo de estrellas. No solo somos parte del universo, sino que el universo forma parte de nosotros.
Somos hijos de las estrellas. Estamos aquí porque una estrella murió. El calcio de nuestros huesos, el nitrógeno en nuestro ADN, el oxígeno que respiramos, todos los átomos de carbono de nuestro cuerpo y de todos los seres vivos en la Tierra o en cualquier otro planeta de galaxias lejanas, todos fueron creados en el corazón de una estrella moribunda, estrellas que explotaron hace miles de millones de años. Somos hijos de las estrellas. No de una manera figurada, una metáfora romántica que nos mueva a vernos parte del cosmos, no. Somos, literal y científicamente, polvo de estrellas. No solo somos parte del universo, sino que el universo forma parte de nosotros. Mundos lejanos de nuestro Sistema Solar que ahora empezamos a observar de cerca y a entender ?como los últimos descubrimientos en la luna de Saturno, Encélado? tienen una relación íntima con el planeta que habitamos.
Si pudiéramos caminar por el Polo Sur de Encélado, el escenario sería realmente admirable. Ocupando gran parte del cielo estaría colgando el gigante Saturno con sus anillos majestuosos. El Sol no sería más que un punto brillante en el horizonte. Otras lunas que orbitan alrededor de Saturno se verían pasar danzando en el oscuro firmamento. A nuestro alrededor, más de un centenar de géiseres soltando vapor de agua congelado decenas de kilómetros en el espacio, esculpiendo los anillos del planeta madre. El suelo estaría cubierto por nieve finísima cayendo muy lentamente. La foto de la sonda Cassini sobre estas líneas es asombrosa, la prueba de que nuestro Sistema Solar, que en el pasado creímos inmutable ?planetas y lunas muertas girando en torno a una estrella?, es un hervidero de actividad, cambiante e insospechado. Haya o no vida en el interior de Encélado, la confirmación de estas aguas termales subterráneas es un avance extraordinario en esta nueva época dorada de la exploración espacial.