Humanos y penaltis
Qué emoción la de los penaltis. Cuánta literatura, cuántas canciones de por medio. Los artistas aprovechan los once metros para ilustrar amores imposibles, dramas familiares, finales inminentes, y principios esperanzadores.
Qué emoción la de los penaltis. Cuánta literatura, cuántas canciones de por medio. Los artistas aprovechan los once metros para ilustrar amores imposibles, dramas familiares, finales inminentes, y principios esperanzadores.
Hace frío. La primavera ha lanzado un farol. Amagó con su llegada, pero terminó por resfriar a los que picaron y dejaron el abrigo en casa. Es martes, pero apenas quedan mesas vacías en el restaurante. Incluso alguno se atreve a picar algo en el barril de fuera, enamorado por el humo del tabaco. Juegan dos equipos extranjeros. La televisión apenas interrumpe las conversaciones de los presentes. De vez en cuando, dos jóvenes miran el marcador, protagonizando la acción más futbolera de la jornada. Es partido de Champions, pero a nadie parece importarle. Faltan cinco minutos. Los que visten de rojo ponen un córner peligroso, al segundo palo, donde un brasileño fortote consigue cabecear a gol. La eliminatoria queda empatada, por lo menos en cuanto al número de goles.
La igualdad, reflejada en el marcador, despierta el interés de los que nunca lo tuvieron. “¿Hay penaltis?”. Una pareja, que ya se marchaba después de haber pagado la cuenta –no todo el mundo lo hace–, se queda parada en la puerta, mirando a la tele. Cuatro señoras, de espaldas a la pantalla, giran su cuello como si de una coreografía se tratara. El fútbol consigue conquistar a los inconquistables gracias a su elemento más humano: el penalti. Una pena que los goles fuera de casa valgan el doble y que la igualdad no obligara a decidir desde el punto penal.
Qué emoción la de los penaltis. Cuánta literatura, cuántas canciones de por medio. Los artistas aprovechan los once metros para ilustrar amores imposibles, dramas familiares, finales inminentes, y principios esperanzadores. El punto fatídico pone al ser humano al límite, en un momento de concentración inigualable. Un segundo, un golpeo, una mirada; sacando lo mejor y lo peor del hombre, llevándole a un examen que no miente: dentro o fuera, sin más posibilidades que esas. Ya lo dijo Leiva: “En los penaltis amor, va a decidirse todo”. ¿Quién no ha tirado nunca un penalti?