Ocho minutos en el infierno
Dios haya querido que perdieran el conocimiento rápido. No quiero imaginar lo que han podido vivir esos seres humanos. Esos ocho minutos en el infierno que les llevaron al cielo definitivamente. Descansen en paz.
Dios haya querido que perdieran el conocimiento rápido. No quiero imaginar lo que han podido vivir esos seres humanos. Esos ocho minutos en el infierno que les llevaron al cielo definitivamente. Descansen en paz.
Lufthansa considera que el accidente es inexplicable. La caja negra aún no nos ha aportado luz, y hay dudas. Se sabe que han quedado grabados sonidos y voces. Se descarta una explosión en pleno vuelo. El drama sobrecoge. Es igual la nacionalidad de las víctimas. Los Alpes son hoy la sede de la desolación y la tristeza.
Y se altera el ánimo al leer que fueron ocho minutos de caída a 20 metros por segundo. Ocho minutos para pensar en todo. O en nada. Marisa Recuero en El Mundo explicaba atinadamente, tras hablar con expertos, que si los pilotos no contactaron en ese tiempo con ninguna torre de control fue probablemente porque estuvieran inconscientes por una despresurización explosiva de la cabina. O sea, por un agujero en el fuselaje, o una puerta en mal estado. El avión se quedó sin oxígeno de modo abrupto. Si se produce una despresurización explosiva a 38.000 pies de altura los pilotos solo disponen de siete segundos para colocarse las máscaras de oxígeno. Es un hipótesis, dicen que plausible, que sucediera así. Aunque el New York Times publica que uno de los pilotos estaba fuera de la cabina y no pudo volver a entrar, pese a que lo intentó.
Ignoro las causas. Las sabremos. O no. Lo que sí sabemos es que los pasajeros y la tripulación del avión de la filial de la compañía alemana estuvieron ocho minutos en caída libre, a 20 metros por segundo. Y estremece. Dios haya querido que perdieran el conocimiento rápido. No quiero imaginar lo que han podido vivir esos seres humanos. Esos ocho minutos en el infierno que les llevaron al cielo definitivamente. Descansen en paz.