¿Ahora todos somos Garissa?
Es evidente que los cristianos están siendo perseguidos, decapitados, violados y asesinados de forma despiadada por los del Estados Islámico y sus filiales.
Es evidente que los cristianos están siendo perseguidos, decapitados, violados y asesinados de forma despiadada por los del Estados Islámico y sus filiales.
Hace escasos días un grupo de somalíes yihadistas (bajo la marca “Al Shabab”) irrumpieron kalashnikov en mano en una residencia de Kenia abarrotada de estudiantes universitarios. Después de separar a musulmanes confesos, los terroristas ametrallaron a los indefensos estudiantes cristianos. Tras abatirles, el recuento arrojó la friolera de 148 jóvenes asesinados.
La Universidad de Garissa ya nunca será lo mismo. De hecho algunos han decidido no regresar al escenario de la inhumana masacre. Basta ver el dolor desgarrador que muestra la imagen que ilustra este artículo.
Hace no mucho se produjo también el asesinato a sangre fría de varios periodistas del samario satírico “Charlie Hebdo” por parte de yihaidistas. Entonces el mundo salió a la calle enarbolando la bandera de la libertad de expresión y, en casos ya delirantes, incluso a favor del presunto derecho a la blasfemia.
Lo llamativo de todo esto es que no he visto salir a nadie a la calle diciendo “Yo soy Garissa” o similar. Parece que hubiera asesinados de segunda categoría por el hecho de que el suceso no haya sido en Occidente. Espero que el motivo no sea la hipocresía de una sociedad que no quiere pronunciarse cuando los danmificados pertenecen a un credo concreto.
Es evidente que los cristianos están siendo perseguidos, decapitados, violados y asesinados de forma despiadada por los del Estados Islámico y sus filiales. Y ante esta injusticia, ante este genocidio, ¿hacia dónde mira Europa? ¿Cuántos muertos más tienen que enterrarse?
Los mandatarios de las grandes potencias responderán ante la historia y en la otra vida de su inacción ante semejante barbarie. El Papa Francisco lo ha dicho claro y alto. Ahora solo falta que los que tienen el poder lo ejerzan con urgencia y contundencia.
La tibieza ante este exterminio silencioso clama al cielo y no quedará sin castigo para los que lo cometieron, los que lo justificaron y los que miraron para otro lado.
Que nadie lo dude. Yo soy Garissa.