Renegar de Europa
El Estado Islámico les da un ideal, y Europa les da un anodino e insulso bienestar que aburre: no hay bien ni mal en el antiguo continente, todo es relativo, no hay ni verdad ni mentira, y quien no sea de lo relativo no es de los nuestros, no es Europeo.
El Estado Islámico les da un ideal, y Europa les da un anodino e insulso bienestar que aburre: no hay bien ni mal en el antiguo continente, todo es relativo, no hay ni verdad ni mentira, y quien no sea de lo relativo no es de los nuestros, no es Europeo.
Unos 6.000 yihadistas de Siria proceden de Europa. El mayor número son franceses, ingleses y alemanes. Es decir, son de los países ricos, de los que tienen comida de sobra, aunque no tengan trabajo. Son chicos, en general, educados en las escuelas europeas, no en las madrasas islámicas. Son jóvenes que les gusta arriesgar su vida por algo que “vale la pena”.
El Estado Islámico les da un ideal, y Europa les da un anodino e insulso bienestar que aburre: no hay bien ni mal en el antiguo continente, todo es relativo, no hay ni verdad ni mentira, y quien no sea de lo relativo “no es de los nuestros”, no es Europeo. Los jóvenes yihadistas europeos quieren vivir y quieren morir por algo que valga la pena, por un Dios que los proteja y un Estado donde hay héroes.
En Europa ya no hay héroes, ni villanos. No se sabe lo que hay: jóvenes sin trabajo despanzurrados buscando algo que les llene, algo por lo que valga la pena gastar su vida.
Europa ha matado el idealismo, el nacionalismo sano –no el que mata y muere-, la religión cristiana sustituyéndola por un laicismo o ateísmo “light” (mejor no creer en nada y vivirás más tranquilo). El valor ético que se ha transformado en corrupción. ¡Pobre Europa, qué poco le queda de su pasado!
Por eso el yihadismo encuentra adeptos entre jóvenes que piensan que vale la pena “vivir o morir” por valores que encuentran en el Islam más violento. Son jóvenes que no quieren Europa, es más: reniegan de Europa, de la Europa que nada hace por los jóvenes y que solo se ocupa de chupar el petróleo de los países islámicos del Oriente Medio, para criticar después su religión, su organización social y familiar, su estilo de vida, sus gentes.
No me acusarán de apología del terrorismo. Que me acusen de ser crítico de una Europa que quiero cambiar.