Recién pintado
Ya sea por miedo, por ira o por escasez de valores, hemos catalogado lo blanco y lo negro, lo decente y la brutalidad, con tal de acogernos a una demacrada seguridad ciudadana que nos deja cada vez más y más indefensos
Ya sea por miedo, por ira o por escasez de valores, hemos catalogado lo blanco y lo negro, lo decente y la brutalidad, con tal de acogernos a una demacrada seguridad ciudadana que nos deja cada vez más y más indefensos
En realidad, ¿a quién le importa?
Nos rodea la mugre, la utopía, el escenario vacío. Hoy en día prácticamente cualquiera puede sostener el arma en su mano y justificar un acto de sangre por razones de dudosa moralidad, ¿hasta dónde hemos llegado?
Ya sea por miedo, por ira o por escasez de valores, hemos catalogado lo blanco y lo negro, lo decente y la brutalidad, con tal de acogernos a una demacrada seguridad ciudadana que nos deja cada vez más y más indefensos, escudándose en la portada para sentirse dignos de su trabajo. Pero, amigos míos, debemos pararles los pies.
Ellos son cobardes.
No les hace daño la falta de humanidad, no la soportan.
Mientras, el resto ha de dejarse la voz en el asfalto para ganarse un respeto que la otra mitad posee sin ningún esfuerzo; La madre huérfana del abrazo de su hijo tiroteado a sangre fría aún se pregunta cómo podemos tolerar vivir en un mundo que solamente suplica cuando se quema, para limpiar conciencia y más tarde cambiar de canal.
Lo peligroso no es el disparo, no es la fotografía, la prensa o la protesta; lo verdaderamente atroz es que queramos avanzar tanto y nos estemos echando a perder por el camino, por un puñado de indecentes que se empeñan en manchar la tolerancia por la que tanto se ha luchado, Manchando sus manos de un futuro gris.
Yo digo, basta.