Háblales del karma
Hacer el bien no tiene por qué tener recompensa. No es garantía de nada. Igual que hacer el mal. Ni tus enemigos sufrirán, ni la vida se pondrá rosa.
Hacer el bien no tiene por qué tener recompensa. No es garantía de nada. Igual que hacer el mal. Ni tus enemigos sufrirán, ni la vida se pondrá rosa.
El karma es una ley sobre la que fundamentar los actos propios. Una buena filosofía de vida. Justo al contrario de como se suele entender. Porque lo común es oírlo mentar cuando se tiene un golpe de suerte, o cuando la inquina se ve saciada. Al fin, me lo merezco. Crees que es justicia cósmica, pero sólo es tu ombligo.
Háblale del karma al espeleólogo que iba por el monte y cayó por un barranco. Al que luego fueron a rescatar y al que la ineptitud mató. «Que me ahogo». Y se ahogó.
Háblales del karma a esos 147 keniatas. Iban a la universidad y terminaron tiñendo el suelo, pero no ocuparon portadas. Acabaron siendo un número. Como los de Lufthansa.
Háblale del karma al bebé prematuro. Ese que entre tubos nació y ente tubos agonizó. Que no tuvo suerte y entre tubos murió. Y que cambió la vida a unos padres, no como ellos pensaban.
Háblale del karma a ese niño palestino que jugaba con una bola de cuero despellejada. Ese que marcó un gol y escuchó tronar, pero no al graderío enloquecido. Sólo a la locura. Llovían bombas. Y su familia quedó en el mismo estado que la pelota.
Háblale del karma a ese hincha del Athletic que pasaba el rato después de un partido entre la muchedumbre, hasta que un alto mando ordenó dispersar a la multitud. No ocurría nada, pero una pelota de goma lo mató. Y todavía no hay responsables.
Hacer el bien no tiene por qué tener recompensa. No es garantía de nada. Igual que hacer el mal. Ni tus enemigos sufrirán, ni la vida se pondrá rosa. Y yo me creo un tipo con suerte, pero no me creo con derecho a pensar que el destino me sonríe gracias a mí. Antes de hablar del karma, ése en el que te apoyas para regodearte, ése que alinea todos los astros en tu favor gracias a tu infinita bondad, deja el ego aparcado. Y da gracias. Simplemente, da las gracias. Y cuando no encuentres motivos para hacerlo, entonces, acuérdate del karma.